Vida Médica Volumen 77 N°1 2025 1 | Page 75

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LOS JUEVES LITERARIOS

Dr. Ricardo Sepúlveda Bagú

Cada jueves, los“ párvulos mayores” nos reunimos en torno a una mesa cuidadosamente preparada por Alejandra. Ella nos recibe con té perfumado con hierbaluisa, deliciosos bocadillos hechos con sus propias manos y queques de variados sabores que se renuevan en cada ocasión. Estos pequeños manjares son el combustible perfecto para animar nuestras conversaciones y el intercambio de producciones literarias, siempre bajo la guía de nuestra querida profesora Patricia. Ella, con su cuerpo menudo y frágil, alberga un espíritu fuerte y bondadoso. Es capaz de tolerar y, a la vez, alabar nuestras creaciones, que abarcan cuentos, relatos, monólogos, soliloquios y otras formas literarias que aún me cuesta diferenciar. A veces, siento que sus elogios son generosos, incluso hacia relatos que podrían parecer mediocres. Sin embargo, nunca hiere con sus observaciones; al contrario, sus comentarios bondadosos, aunque ocasionalmente excesivos, nos alientan a seguir creando. A lo largo del taller, hemos sido testigos de la expresión de talentos ocultos. Han surgido poemas, cuentos y relatos que nos han sorprendido por su calidad, especialmente al notar cómo, con el tiempo, han mejorado en creatividad y uso del lenguaje. Patricia nos ha guiado en el tránsito desde un lenguaje meramente informativo, al que estamos acostumbrados por nuestras ocupaciones, hacia un lenguaje que comunica sentimientos y emociones escondidas en los recovecos de nuestros recuerdos y pensamientos. Ella nos entregó la llave de la imaginación y la creatividad, y la agitó con fuerza. Ahora es nuestra responsabilidad seguir jugando con las palabras y explorando ese mundo que ella nos ayudó a descubrir. Gracias, Patricia, por mostrarnos lo que éramos capaces de hacer y por ayudarnos a desvelar lo que llevábamos dentro y agradezco al Consejo Regional Antofagasta por haber apoyado esta magnífica actividad.

Relato

TARDE EN LA MORGUE

Dr. Ricardo Sepúlveda Bagú
Un cuerpo sin vida me provoca enorme desazón, asombro y preguntas, además de resultarme incomprensible ver un rostro que ha perdido la expresión. ¿ Será el espíritu lo que produce la diferencia? Me quedé esa tarde en la morgue, estaba solo, sentí la inquietud y temor de estar entre las dos hileras de mesas de mármol blanco, sobre las que yacían los cuerpos sin vida; habitantes de las morgues. El aire frío, el ruido de los refrigeradores que conservan otros cuerpos que deben soportar más frío que el que produce la muerte. Un olor a productos químicos invade el ambiente y una sensación de temor en mi espalda aumenta a medida que avanzo por el pasillo; como si unas miradas se clavaran en mi dorso, acentuado por el aire frío y la brisa provocada por los ventiladores. Sabía que estaban muertos, pero temía que sucediera un evento misterioso, tenebroso como los relatos que oía de niño. Pasado un largo rato, estabilizado mi ánimo, aunque aún con temor, me quedé observando esos cuerpos que alojaron sentimientos, pensamientos, deseos y ahora yacen inermes. Levanté con temor la sábana que cubría un rostro y percibí el vacío en él, luego descubrí el de una anciana, me pareció más comprensible su estado, pareciera que los viejos con el tiempo van tomando aire de muertos. Ya he perdido la inquietud, me siento más tranquilo buscando algo en ellos, levanto otra sábana, es una mujer joven, expresión apacible, me quedo mirando, no entendiendo como la muerte se llevó este cuerpo joven, aun lozano, mientras mantengo la mirada sobre su rostro, escurre una lágrima, no me lo puedo explicar. ¿ Aún le queda algo de espíritu? ¿ Aún de muerto se puede expresar una pena por lo que se deja? ¿ Será una madre que derrama una lagrima por sus hijos? ¿ Una amante alejada de su amor? ¿ Puede el espíritu abandonar el cuerpo cuando la pena de dejar a los suyos es tan grande? Me quedo absorto en los pensamientos que me ha provocado esta lágrima de una madre o amante muerta. ¿ Acaso los muertos también pueden llorar?