VIDAMÉDICA / MÉDICOS MAYORES
En su autobiografía va mostrando cuadros de retratos, paisa-
jes, “paquetes” y comentándolos.
Muestras varios desnudos, entre ellos una mujer muy hermo-
sa. Comenta que cuando ella paseaba por las calles de París
todo el mundo se daba vuelta para mirarla.
Además, sobre el cuadro de un enano relata que “no es un mo-
delo, solo es un boceto” y que cuando empezó a pintarlo, le
dijo “debe pagarme ahora”. Le pagó. Al día siguiente, volvió
a repetirle: “debe pagarme nuevamente, ponerme música y
traerme mujeres desnudas para mirarlas, además, usted me
cae mal”. Lo despidió de inmediato.
Le gustaba pintar “príncipes”, pero también personas del
pueblo.
Decían que sus cuadros eran solo fotografía, ante lo que él
contestó “pero hoy en la civilización, la fotografía está en todo,
en las calles, en los diarios, en el cine, en la TV”. La esencia del
pintor se consigue con el modelo, no con la fotografía.
Para él la persona que le compraba un cuadro adquiría una
relación con su vida, con su hogar. La pintura es larga, difícil,
no es fácil.
De Chile viaja a Europa en barco, mareado todo el tiempo,
comenta, para peor, con un temporal. Solo al llegar al medite-
rráneo el viaje se calmó. Para él un paraíso, más aún escoltado
por docenas de delfines. Desembarcó en Barcelona. Vivió en
Madrid algunos años y luego en París, otros más.
En Madrid se relacionó con la sociedad de ese lugar pintando
retratos. Pintó también a la hija de Franco (1960). Fue muy
mimado en Madrid, todo el mundo lo invitaba a las fiestas.
Marcos, de Filipinas lo invitó a su país para que pintara a su
señora que era bellísima. Como también le ocurrió en España,
donde pintó retratos de la sociedad finlandesa (1968).
Fue invitado a exponer en la galería de Malboroug, en EE.UU.,
una de la más grandes galerías del mundo, que solo exhibe
a los mejores pintores y, en beneficio para él, la que pide
más caro por los cuadros que muestra (las otras galerías de
Malboroug están en España, Japón e Inglaterra).
La exposición que realizó en Chile fue muy visitada, porque
para los chilenos él era un mito (muestra una fotografía donde
está la gente aglomerada para entrar al museo de Bellas Arte
de Santiago). Todo el mundo lo abrazaba, le tocaban las ma-
nos, le pedían autógrafos, fue maravilloso.
En Chile compró un fundo al lado del Lago Villarrica donde
vivió un tiempo. El problema que tuvo para pintar paisajes,
dice, fue porque el país tiene un clima muy cambiante y tenía
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a veces que esperar varios días para recuperar la luz.
El año 1972 se trasladó a vivir en Tanger donde vivió el resto
de su vida y donde pintó sus mejores cuadros, porque la luz
del mediterráneo era extraordinaria, desconectándose ade-
más del teléfono y de la vida social. Pintaba de 8 a 10 horas
diarias. Investigó el tema árabe, un mundo exótico para él.
Recuerda que cuando pintó el cuadro “La Última Cena”, éste
fue destruido por el personal de la aduana, porque en el cua-
dro estaba Jesucristo vaciando vino en un vaso. El vino estaba
prohibido por el Corán. Le fue muy difícil reparar el cuadro.
Cuando expuso en EE.UU, el crítico más famoso de New York
lo alabó diciendo: “Bravo- Bravo- Bravo”. Posteriormente, el
mismo lo hablóo mal de él, después de haber pintado un cua-
dro donde estaba desnudo encima de un “paquete”. En repre-
salia, cuando llegó a Madrid imprimió tarjetas de navidad con
este cuadro y lo repartió a numerosas personas.
Finalmente, murió en Tanger, Marruecos, después de haber
presentado dos ataques de epilepsia y un infarto camino al
hospital, a los 75 años de edad.
Cuadro “Noureddine” (Retrato de un hombre joven) [1983]
Óleo sobre lienzo. (Facebook Claudio Bravo Camus)