Vida Médica Volumen 71 N°1 - 2019 | Page 47

ESPECIAL ERROR MÉDICO no se ha protocolizado cómo informar el error médico? Es variable en el ámbito público, pero efectivamente cuando se produce una negligencia la comunicación es mayor que en el caso de un error médico. Existe un sistema de reporte de incidentes pero no necesariamente de manejo de gestión del caso. Diría que los sistemas de gestión de casos más bien si- guen respondiendo a los directivos y a la contingencia más que a un sistema permanente de evaluación de caso. Los pro- tocolos dependen de la gestión de los servicios de salud de cada hospital. Tampoco existe una unidad en el Ministerio de Salud que dé pauta o directrices para el resto del país, ya que los esfuerzos que existen son esfuerzos locales. Entonces, no es un tema tan instalado todavía en el país como una política pública que asuma la gestión de la seguridad. Yo dividiría seguridad y riesgo. Efectivamente se generan re- portes y hay indicadores de seguridad hospitalaria pero otro tema es la gestión del riesgo a través del análisis. La idea se- ría tener un mismo sistema que permita analizar sus casos y luego generar mejoras. Esas son las áreas donde hay una oportunidad de mejora. ¿Cómo deberíamos entender la gestión de riesgos que se hace hoy? El sector privado tiene equipos consolidados donde se hace un trabajo permanente, a partir de la reportería de incidentes, eventos centinelas, etc. Cada uno de estos eventos se anali- zan y se buscan los problemas sistémicos que puedan existir y a partir de eso realizan actualizaciones de protocolo, mejo- ras de las guías clínicas, proyectos de inversión para mejorar equipamiento, entre otros. Eso en los hospitales públicos está recién comenzando. No existe un protocolo de riesgo en el sector público que abarque el error médico. Y en ese sentido, ¿cómo se ha ido avanzando hacia una cultu- ra donde los equipos médicos puedan reportar, por ejemplo, incidentes a sus superiores? Eso también es una cosa que no está bien lograda. Habitualmente esos incidentes se reportan a partir de otras vías, no a través de los médicos. Por lo general, el jefe de ser- vicio se entera por terceros de situaciones que ocurrieron en una determinada unidad del hospital. Las alarmas se encien- den cuando esto se mediatiza y se judicializa, es decir, cuando adquiere connotación o relevancia mediática. ¿Cuáles serían esas barreras que harían que dificulte que los médicos se atrevan a hablar del error médico como algo que parte de la práctica del ejercicio profesional? Como no hay un desarrollo de este tipo de protocolos en el servicio público, todo se concentra desde las directrices que envían desde el ministerio. Por lo general, los servicios de sa- lud implementan recursos para contratar personas y eso se va posicionando luego como una política país. Pero en el caso de Chile, esto no existe. No está tampoco la orgánica para 47 contratar personas que se preocupen exclusivamente de este tema. ¿Quién debiese atender este tipo incidentes? Conozco de cerca la experiencia que tiene la clínica privada, donde tienen una subdirección de riesgo, es decir, existe un directivo que está preocupado y ante cualquier efecto anóma- lo está facultado para tomar cartas en el asunto. Esa persona tiene la facultad para modelar procedimientos, cambiar proto- colos o flujos mal diseñados que hayan sido causante de algún problema clínico. Ese subgerente tiene un equipo con dedica- ción exclusiva a este tema y eso es lo que en los hospitales y en los servicios de salud no existe. Uno esperaría que ese tipo de equipos existan y que tuvieran una mirada más externa, con objetividad, que no sea una responsabilidad que recaiga en los jefes de servicio clínico. ¿Y esta es una práctica que al médico lo protege o lo culpa? ¿Existe algún equipo de apoyo para los médicos en este tipo de situaciones? No conozco que exista algo estructurado que cumpla esta fun- ción. Normalmente cuando los casos se mediatizan la tenden- cia es más bien punitiva contra el médico y contra el equipo que cometió el error. Enfocarse también en los procesos judi- ciales es otra práctica. Entonces pensar en un protocolo para evitar el error médico parece una utopía, tomando en cuenta que ni siquiera existen estructuras más armadas para evaluar y reconocer los erro- res de manera oficial, ¿no? Por supuesto. De hecho, eso es parte del trabajo que uno es- peraría que una unidad clínica fuese levantando como insu- mo, que vaya creando estos protocolos, que se preocupen de orientar y asesorar a los médicos en esos temas. En Falmed vemos con mucha frecuencia que en los hospitales nos están pidiendo este tipo de cursos desde hace bastante rato, ya que desde la orgánica de los mismos hospitales no está la capaci- dad instalada. Si usted pudiera considerar algunos pasos básicos para un protocolo que facilite la disminución de los errores médicos, ¿cómo debiese abordarse? En el caso de un médico que comete un error, debería con- tener cómo abordar el manejo con su equipo, cómo comuni- car, ponerse en las distintas situaciones que este error puede acarrear. Por ejemplo, cuando el paciente está en ánimo de diálogo, se actúa de esta forma o, por el contrario, cuando hay algún familiar del paciente que responde con una agresión, de qué forma se responde. También incluir cómo actuar en la interna, cómo se gestiona, quién recoge, analiza, quién aseso- ra al médico en este evento. Incluso voy más allá: más que un protocolo para ayudar al médico, yo sería más amplio y haría un protocolo para ayudar al equipo de salud. Por supuesto, con el liderazgo del médico. Las instituciones deben capacitar al personal de salud en comunicación efectiva de los errores y su mitigación. Acompañar al médico y equipo de salud en la “vivencia” del error.