Dra. Barbara Puga Larrain
Presidenta de Falmed
EDITORIAL
M
irar el actual panorama del ejercicio de la profesión
médica puede provocar algo de vértigo. Si consi-
deramos todos los cambios que los últimos treinta
años ha tenido la atención clínica, reconocemos un giro radical
sobre el modelo y lo que entendemos como una atención se-
gura y de calidad. Sin acostumbrarnos del todo, comenzamos
a asimilar que nuestra profesión puede ser cuestionada desde
varias aristas, que ya no sólo incluyen nuestros diagnósticos o
resultados, sino también lo legal y lo comunicacional.
Instalados como la cara visible de un sistema de salud deficita-
rio, enfrentamos denuncias tanto en medios de comunicación
y redes sociales. Así es como no nos queda más que reconocer
que la población a la que atendemos día a día y sus familias,
no está satisfecha con la salud que reciben. Y eso, sin duda, nos
afecta.
Los errores médicos, por definición, son involuntarios, pero al-
gunos pueden provocar daño a nuestros pacientes, convirtién-
dose entonces en eventos adversos.
El objetivo de profundizar con una edición especial sobre estas
materias y cómo impactan en la seguridad clínica nos pareció
un abordaje necesario como Fundación dedicada a asesorar a
médicos. Acercarnos a la realidad chilena para saber cuál es
la prevalencia de eventos adversos en los hospitales públicos
y clínicas privadas, entrevistar a profesionales de larga trayec-
toria y líderes de hospitales para conocer cómo han abordado
el desafío de avanzar hacia una cultura de la seguridad y desa-
rrollar un protocolo que facilite cómo actuar cuando reconoce-
mos estar frente a un incidente relacionado con la seguridad
del paciente.
Después de este importante acercamiento, nos queda claro que
los procesos de ajustes no tienen que ver tanto con nuestras
prácticas médicas sino con la construcción de ambientes que
propicien el aprendizaje. Si bien esta acción es un gran desafío
para las organizaciones, representa además una gran oportuni-
dad de mejora para la cultura de seguridad y gestión de riesgo.
En ese sentido, estamos comenzando a recorrer un camino que
si bien aún no está completamente trazado, tiene un norte claro:
mejorar sin dañar a los pacientes.