VIAJES DE GULLIBER Swift, Jonathan - Los viajes de Gulliver | Page 26
20
corona, se inclina algo hacia los tacones-altos; al menos, vemos claramente que uno de sus
tacones es más alto que el otro, lo que le produce cierta cojera al andar. Por si fuera poco,
en medio de estas querellas intestinas, nos amenaza con una invasión la isla de Blefuscu,
que es el otro gran imperio del universo, casi tan extenso y poderoso como este de Su
Majestad. Porque en cuanto a lo que os hemos oído afirmar acerca de existir otros reinos y
estados en el mundo habitados por criaturas humanas tan grandes como vos, nuestros
filósofos lo ponen muy en duda y se inclinan más bien a creer que caísteis de la Luna o de
alguna estrella, pues es evidente que un centenar de mortales de vuestra corpulencia
destruirían en poco tiempo todos los frutos y ganados de los dominios de Su Majestad. Por
otra parte, nuestras historias de hace seis mil lunas no mencionan otras regiones que los dos
grandes imperios de Liliput o Blefuscu, grandes potencias que, como iba a deciros, están
empeñadas en encarnizadísima guerra desde hace treinta y seis lunas. Empezó con la
siguiente ocasión: Todo el mundo reconoce que el modo primitivo de partir huevos para
comérselos era cascarlos por el extremo más ancho; pero el abuelo de su actual Majestad,
siendo niño, fue a comer un huevo, y, partiéndolo según la vieja costumbre, le avino
cortarse un dedo. Inmediatamente el emperador, su padre, publicó un edicto mandando a
todos sus súbditos que, bajo penas severísimas, cascasen los huevos por el extremo más
estrecho. El pueblo recibió tan enorme pesadumbre con esta ley, que nuestras historias
cuentan que han estallado seis revoluciones por ese motivo, en las cuales un emperador
perdió la vida y otro la corona. Estas conmociones civiles fueron constantemente
fomentadas por los monarcas de Blefuscu, y cuando eran sofocadas, los desterrados huían
siempre a aquel imperio en busca de refugio. Se ha calculado que, en distintos períodos,
once mil personas han preferido la muerte a cascar los huevos por el extremo más estrecho.
Se han publicado muchos cientos de grandesvolúmenes sobre esta controversia; pero los
libros de los anchoextremistas han estado prohibidos mucho tiempo, y todo el partido,
incapacitado por la ley para disfrutar empleos. Durante el curso de estos desórdenes, los
emperadores de Blefuscu se quejaron frecuentemente por medio de sus embajadores,
acusándonos de provocar un cisma en la religión por contravenir una doctrina fundamental
de nuestro gran profeta Lustrog, contenida en el capítulo cuadragésimocuarto del
Blundecral -que es su Alcorán-. No obstante, esto se tiene por un mero retorcimiento del
texto, porque las palabras son éstas: «Que todo creyente verdadero casque los huevos por el
extremo conveniente». Y cuál sea el extremo conveniente, en mi humilde opinión, ha de
dejarse a la conciencia de cada cual, o cuando menos a la discreción del más alto
magistrado, el establecerlo. Luego, los anchoextremistas han encontrado tanto crédito en la
corte del emperador de Blefuscu y aquí tanta secreta asistencia de su partido, que entre
ambos imperios viene sosteniéndose una sangrienta guerra hace treinta y seis lunas, con
varia suerte, y en ella llevamos perdidos cuarenta grandes barcos y un número mucho
mayor de embarcaciones más pequeñas, junto con treinta mil de nuestros mejores marinos y
soldados; y se sabe que las bajas del enemigo son algo mayores que las nuestras. Pero ahora
han equipado una flota numerosa y están precisamente preparando una invasión contra
nosotros, y Su Majestad Imperial, poniendo gran confianza en vuestro valor y esfuerzo, me
ha ordenado exponer esta relación de sus negocios ante vos.»
Rogué al secretario que presentase mis humildes respetos al emperador y le hiciera saber
que juzgaba yo no corresponderme, como extranjero que era, intervenir en cuestiones de
partidos; pero que estaba dispuesto, aun con riesgo de mi vida, a defender su persona y su
estado contra los invasores.
26