VIAJES DE GULLIBER Swift, Jonathan - Los viajes de Gulliver | Page 152

146 La economía y la vida feliz del autor entre los houyhnhnms. -Sus grandes progresos en virtud, gracias a las conversaciones con ellos. -El autor recibe de su amo la noticia de que debe abandonar el país. -La pena le produce un desmayo, pero se somete. -Discurre y construye una canoa con ayuda de un compañero de servidumbre y se lanza al mar a la ventura. Había yo ordenado mi pequeña economía a mi entera satisfacción. Mi amo había mandado que se me hiciera un aposento al uso del país a unas seis yardas de la casa. Yo revestí las paredes y el suelo con arcilla y los cubrí con una esterilla de junco de mi propia invención. Con cáñamo, que allí se cría silvestre, hice algo como un terliz; lo llené con plumas de varios pájaros, que había cazado con lazos hechos de cabellos de yahoo y que resultaban comida excelente. Hice dos sillas con mi cuchillo, ayudado en la parte más áspera y trabajosa por el potro alazán. Cuando mis ropas se vieron reducidas a jirones, me hice otras con pieles de conejo y de un lindo animal del mismo tamaño llamado nnuhnoh, que tiene la piel cubierta de una especie de fino plumón. Con estas últimas me hice también unas medias bastante buenas. Eché piso a mis zapatos con madera cortada de un árbol uniéndola al cuero de la parte superior, y cuando se rompió el cuero lo substituí con pieles de yahoo, secas al sol. Frecuentemente encontraba en los huecos de los árboles miel, que mezclaba con agua o comía con el pan. Nadie había podido confirmar mejor la verdad de aquellas dos máximas que enseñan que la Naturaleza se satisface con muy poco y que la necesidad es madre de la invención. Gozaba perfecta salud del cuerpo y tranquilidad de espíritu; no experimentaba la traición o la inconstancia de amigo ninguno, ni los agravios de un enemigo disimulado o descubierto. No tenía ocasión de sobornar ni adular para conseguir el favor de personaje ninguno ni de su valido. No necesitaba defensa contra el fraude ni la opresión; no había allí médico que destruyese mi cuerpo, ni abogado que arruinase mi fortuna, ni espía que acechase mis palabras y mis actos o forjara cargos contra mí por un salario; no había allí escarnecedores, censuradores, murmuradores, rateros, salteadores, escaladores, procuradores, bufones, tahures, políticos, ingenieros, melancólicos, habladores importunos, discutidores, asesinos, ladrones, ni virtuosi, ni adalides, ni secuaces de partido, ni facciones, ni incitadores al vicio con la seducción o con el ejemplo, ni calabozos, hachas, horcas, columnas de azotar ni picotas, ni tenderos, tramposos, ni maquinaria, ni orgullo, ni vanidad, ni afectación, ni petimetres, espadachines, borrachos, ni rameras trotacalles, ni mal gálico, ni esposas caras y despepitadas, ni estúpidos pedantes orgullosos, ni compañeros importunos, cansados, quimeristas, turbulentos, alborotadores, ignorantes, vanagloriosos, juradores, ni pícaros elevados del polvo en pago de sus vicios, ni nobleza arrojada a él en pago de sus virtudes, ni lores, violinistas, jueces, ni maestros de baile. Disfruté la merced de ser recibido por varios houyhnhnms que acudían a visitar a mi amo o a comer con él, y su señoría me permitía graciosamente estar en la habitación y escuchar las conversaciones. Tanto él como sus amigos descendían a hacerme preguntas y oír mis respuestas. Y algunas veces también tuve el honor de acompañar a mi amo en las visitas que hacía a los otros. Yo no me permitía hablar nunca si no era para responder a una pregunta, y aun entonces lo hacía con interior descontento, porque suponía para mí una pérdida de tiempo en mi adelanto, pues me complacía infinitamente asistiendo como humilde oyente a estas conversaciones, en que no se decía nada que no fuese útil en el menor número posible de muy expresivas palabras; en que -como ya he dicho- se guardaba la más extremada cortesía, sin el menor grado de ceremonia; en que nadie hablaba sin 152