VIAJES DE GULLIBER Swift, Jonathan - Los viajes de Gulliver | Page 140
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vinieron a la memoria, con los diversos métodos para aderezarlas, cosa ésta que no podía
hacerse sin enviar embarcaciones por mar a todas las partes de la tierra, así como para
buscar licores que beber y salsas y otros innumerables ingredientes. Le aseguré que había
que dar tres vueltas por lo menos a toda la redondez del mundo para que uno de nuestros
yahoos hembras escogidos pudiese tomar el desayuno o tener una taza en que verterlo.
Díjome que había de ser aquél un país bien pobre cuando no producía alimento para sus
habitantes; pero lo que le asombraba principalmente era que en aquellas vastas extensiones
de terreno que yo pintaba faltase tan por completo el agua dulce, que la gente tuviese
precisión de ir a buscar que beber más allá del mar. Le repliqué que Inglaterra -el lugar
amado en que yo había nacido- se calculaba que producía tres veces la cantidad de alimento
que podrían consumir sus habitantes, así como licores extraídos de semillas o sacados, por
presión, de los frutos de ciertos árboles, que son excelentes bebidas, y que la misma
proporción existe por lo que hace a las demás necesidades de la vida. Mas para alimentar la
lascivia y la intemperancia de los machos y la vanidad de las hembras, enviábamos a otros
países la mayor parte de nuestras cosas precisas, y recibíamos a cambio los elementos de
enfermedades, extravagancias y vicios para consumirlos nosotros. De aquí se sigue
necesariamente que nuestras gentes, en gran numero, se ven empujadas a buscar su medio
de vida en la mendicidad, el robo, la estafa, el fraude, el perjurio, la adulación, el soborno,
la falsificación, el juego, la mentira, la bajeza, la baladronada, el voto, el garrapateo, la vista
gorda, el envenenamiento, la hipocresía, el libelo, el filosofismo y otras ocupaciones
análogas; términos todos éstos que me costó grandes trabajos hacerle comprender.
Añadí que el vino no lo importábamos de países extranjeros para suplir la falta de agua y
otras bebidas, sino porque era una clase de licor que nos ponía alegres por el sistema de
hacernos perder el juicio; divertía los pensamientos melancólicos, engendraba en nuestro
cerebro disparatadas y extravagantes ideas, realzaba nuestras esperanzas y desterraba
nuestros temores; durante algún tiempo suspendía todas las funciones de la razón y nos
privaba del uso de nuestros miembros, hasta que caíamos en un sueño profundo. Aunque
debía reconocerse que nos despertábamos siempre indispuestos y abatidos y que el uso de
este licor nos llenaba de enfermedades que nos hacían la vida desagradable y corta.
«Pero además de todo esto -agregué-, la mayoría de las personas se mantienen en
nuestra tierra satisfaciendo las necesidades o los caprichos de los ricos y viendo los suyos
satisfechos mutuamente. Por ejemplo: cuando yo estoy en mi casa y vestido como tengo
que estar, llevo sobre mi cuerpo el trabajo de cien menestrales; la edificación y el moblaje
de mi casa suponen el empleo de otros tantos, y cinco veces ese número el adorno de mi
mujer.»
En varias ocasiones había contado a su señoría que muchos hombres de mi tripulación
habían muerto de enfermedad, y