VIAJES DE GULLIBER Swift, Jonathan - Los viajes de Gulliver | Page 122
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recibió orden de conducirme allá en salvo, con particulares instrucciones respecto del
negocio del crucifijo.
El 9 de junio de 1709 llegué a Nangasac, después de muy larga y molesta travesía.
Pronto caí en la compañía de unos marineros holandeses pertenecientes al Amboyna, de
Amsterdam, sólido barco de cuatrocientas cincuenta toneladas. Yo había vivido mucho
tiempo en Holanda, con ocasión de hallarme estudiando en Leyden y hablaba bien el
holandés. Los marinos supieron pronto de dónde llegaba y mostraron curiosidad por
averiguar mis viajes y mi vida. Les conté una historia tan corta y verosímil como pude, pero
ocultando la mayor parte. Conocía muchas personas en Holanda y pude inventarme
nombres para mis padres, de quienes dije que eran gente obscura de la provincia de
Gelderland. Hubiera podido pagar al capitán -un tal Teodoro Vangrult- lo que me hubiese
pedido por el viaje a Holanda; pero enterado él de que yo era cirujano, se conformó con la
mitad del precio corriente a cambio de que le prestase los servicios de mi profesión. Antes
de embarcar me preguntaron muchas veces algunos de los tripulantes si había cumplido la
ceremonia a que ya he hecho referencia. Evadí la respuesta diciendo en términos vagos que
había satisfecho al emperador y a la corte en todo lo preciso. Sin embargo, un bribonazo
paje de escoba se acercó a un oficial y, apuntándome con el dedo, díjole que yo no había
aún hollado el crucifijo; pero el otro, ya advertido para dejarme pasar, dio al tunante veinte
latigazos en las espaldas con un bambú; después de lo cual no volvió a molestarme nadie
con tales preguntas.
No me sucedió en esta travesía nada digno de mención. Navegamos con buen viento
hasta el Cabo de Buena Esperanza, donde sólo nos detuvimos para hacer aguada. El 16 de
abril llegamos salvos a Amsterdam, sin más pérdidas que tres hombres por enfermedad
durante el viaje y otro que cayó al mar desde el palo de trinquete, no lejos de la costa de
Guinea. En Amsterdam embarqué poco después para Inglaterra en un pequeño navío
perteneciente a este país.
El 10 de abril de 1710 entramos en las Dunas. Desembarqué a la mañana siguiente, y de
nuevo vi mi tierra natal, después de una ausencia de cinco años y seis meses justos. Marché
directamente a Redriff, adonde llegué el mismo día, a las dos de la tarde, y encontré a mi
mujer y familia en buena salud.
Fin de la Tercera Parte
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