Veridis Music Febrero 2013 Febrero 2013 | Page 33

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Ziggy/Bowie simula una felación al guitarrista Mick Ronson en Londres en 1973. (Foto: Euroimagen)

televisión para ver un poco el Top Of The Pops, el programa de música pop más exitoso del país. De este modo espera a que le bajen los efectos de la anfetamina que no le deja dormir. La presentadora, guapa, delgada y con flequillo, anuncia la siguiente actuación: “Y, ahora, un grupo nuevo de Londres, que nos presenta su nuevo single Arnold Layne. Señoras y señores… ¡¡The Pink Floyd!!”.

Bowie no lo puede creer. Un tipo guapo, maquillado, con una camisa multicolor y unos pantalones verdes está contando la historia de un tío que roba la ropa interior de su vecina para travestirse, y no canta con el acento de Jagger, de bluesman del Delta o de Lennon de macarra norteño, sino con el acento de Londres, su acento. “Esto es lo que yo quiero hacer, lo que yo quiero cantar”, dice con renovado entusiasmo y se va al baño a maquillarse con los productos de su madre, pensando en proyectar una

nueva imagen, más ambigua, más provocadora, que lo envuelva en magnetismo como ese cantante de Pink Floyd de nombre que no olvidará jamás, Syd Barrett. El espejo del salón es él único testimonio de la transformación del artista adolescente. Con sombra de ojos, mezclando los movimientos de mimo que ha aprendido en la escuela de Lindsay Kemp y los que ha visto hacer a Barrett, tiene la sensación de que está saliendo de la crisálida y de que nada volverá a ser como antes.

“Bowie es el mágico embaucador, como el conde Cagliostro, aquel príncipe de los charlatanes del siglo XVIII que transformaba el plomo en oro”

Decide emprender su carrera en solitario y empieza una carta de despedida y amor perdido a Hermione que acabará siendo una preciosa canción, Letter to Hermione, y que aparecerá en su segundo disco.

Fin del primer acto.

En 1967 aparece su primer disco, David Bowie, con unas ventas irrisorias. La crítica no le presta demasiada atención y el propio Bowie siempre renegará de estas canciones. Con arreglos de cuerda ingenuos, efectos de sonido caseros y él mismo buscando aún su personalidad como cantante, era previsible que su primer intento fuera fallido. Por esos días conoce a Marc Bolan, discípulo también de Barrett, que lleva el pelo rizado, estilo hobbit, que Bowie copiará al acto. Bolan es el cerebro de Tyrannosaurus Rex (en los setenta pasa a ser T.Rex), un dúo de folk psicodélico y acústico que le fascina. Nace una amistad y una admiración mutua que durará para siempre y que dará muchísimos frutos artísticos. Bolan le presenta a su productor Tony Visconti y con él graba David Bowie (1969), su primer disco oficial, también conocido como Space Oddity, título de la canción que abre el disco, escrita bajo estado de shock después de ver 2001. Una odisea del espacio. Si el filme de Kubrick es una experiencia visual sin parangón en la historia del cine que deja el espectador paralizado y haciéndose millones de preguntas, Space Oddity es una experiencia sonora igual de desconcertante e inolvidable. En esta canción están condensados todos los temas que Bowie tratará minuciosamente en el futuro más inmediato: la ciencia-ficción como metáfora de las drogas, los estribillos que nos llevan al cielo y la forma musical de arreglos inteligentes y siempre cambiantes. Por cierto, en el disco hay un primer aviso sobre mis insensatas intenciones en Janine, donde canta: “Janine, Janine, te gustaría derribar mis muros, pero si levantas un hacha contra mí, matarás a otro hombre, no a mí”. Estoy un poco confundido: ¿cómo conoceré mi objetivo si él mismo está tratando de encontrarse?