Veridis Music Abril 2013 Abril 2013 | Page 36

Reseña

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Devendra Banhart y su freak folk se adueñan de Mala

Siempre hubo algo en la música de Devendra Banhart que la hizo más especial que el resto de sus contemporáneos; y era que el resto de sus contemporáneos eran mucho más serios que cualquier ejercicio modesto de Banhart.

Sus creaciones están carentes de un sentido concreto y lógico, que le hicieron ganar el mal llamado término ‘freak-folk’. Porque su música no es lo que la descripción de género sugiere, sino algo mucho menos complejo que eso y todavía más eficaz al momento del contacto con el consumidor promedio.

era un perfecto desconstructor de armonías y un atinado arquitecto de otras más interesantes al mismo tiempo. Cuando uno escucha Mala con atención se encuentra frente al artista de antaño que no complace sino a su propia ambición, que es por momentos nula y por momentos tanta que parece más un chiste que un manifiesto de superación. El disco abre con un “Get on the dancefloor” que contrasta de inmediato con la filosofía del artista en Golden Girls y se escucha más como una broma que como un verso sincero. A partir de ahí el disco se convierte en uno que oscila entre esas dos vertientes y que complace a oídos porque su creador no se escucha pseudovisionario como en What Will We Be, sino que se siente más familiar, suspicaz.

Los ejemplos son bastos. Las canciones a cerca de facetas del amor que sólo un ciudadano del mundo habiendo aceptado la hipocrecía dentro de él puede componer, como la divertida Your Fine Petting Duck en donde, incluso, se canta en alemán, o la igualmente cariñosa Won’t You Come Over que se convierte en una de las canciones más inocentes de todo su catálogo.

con el consumidor promedio. Su música no es una extraña mezcolanza entre la delicadeza del folk y la incertidumbre del prefijo que le acompaña. La música de Devendra Banhart es meramente artesanal.

Y como cualquier artesanía, sus trazos son precisos a pulso de su creador. La precisión de Banhart radica en la incompatibilidad con la predicción del que escucha. En producciones anteriores era un perfecto desconstructor de armonías y un atinado arquitecto de otras más interesantes al mismo tiempo. Cuando uno escucha Mala con atención se encuentra frente al artista de antaño que no complace sino a su propia ambición, que es por momentos nula y por momentos tanta que parece más un chiste que un manifiesto de superación. El disco abre con un “Get on the dancefloor” que contrasta de inmediato con la filosofía del artista en Golden Girls y se escucha más como una broma que como un verso sincero. A partir de ahí el disco se convierte en uno que oscila entre esas dos vertientes y que complace a oídos porque su creador no se escucha pseudovisionario como en What Will We Be, sino que se siente más familiar, suspicaz.