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La resurrección de un cierto estilo de música que podríamos definir, muy inexactamente, como synthpop de tintes 80′s es algo a estas alturas innegables, quien no se ha visto inundado ya por una cantidad ingente de electrónica retro es porque no vive en este mundo. Aunque algunos querrán ver en esto un elemento absolutamente sintomático sobre la precariedad de nuestros tiempos, teóricamente por la incapacidad de los artistas jóvenes de hacer algo que sea ni mínimamente nuevo, no deja de ser el prodigioso ejemplo de como toda época pasada puede ser revisitada desde el presente; nada es estanco y auto-contenido, e incluso lo que yace eternamente algún día puede evolucionar. Es por ello que toda esta oleada de jóvenes haciendo la misma música que escuchaban sus padres antes -y, probablemente, durante y después- de su gestación, articulados tras la estela de los sobrevaloradísimos Glass Candy, merecen una escucha con atención.
Dentro de toda esta estela de gente College ha destacado como uno de sus representantes más contundentes y certeros a la hora de abordar su estilo. Surgido del seno de los cuasi decanos Minitel Rose su estilo se basa en un synthpop de manual llevado, a través de una diversidad de efectos analógicos encomiable, hacia un camino entre los loops constante del techno, las armonías puramente pop y el marcado sonido retro de sus sintetizadores. Es por ello que al enfrentarse con un disco como Secret Diary no sean abundantes los asideros de la experimentalidad porque, de hecho, no lo necesitan; el sonido que desarrolla el francés en su primer trabajo es tan sólido como interesante. Desde su fantástico comienzo en Burning By The Stars, demostrando el dominio perfecto que tiene de los loops, hasta ese melancólico final que supone The Golden Messenger todo es un desarrollo circular, familiar pero evolutivo, donde prima por encima de todo su capacidad para arrullarnos en una concatenación de melodías que nos suenan familiares aun cuando nos son desconocidas. Por supuesto quien se apueste aquí una firma constante, sin una evolución real, se equivoca en su maliciosidad: David Grellier lleva constantemente los sonidos que maneja hasta un nuevo nivel. Ya sea como una suerte de pseudo-tocata en fuga, perfecta para conducir a una velocidad exageradamente ilegal por carreteras desiertas, de End Theme hasta el delicioso delirio kitsch donde los loops se suman al excelente juego que produce el fraseo de sinte en The Energy Story hay un perpetuo espíritu de cambio, de sobrepasamiento de los límites, pero nunca excediéndose de su propio estilo. He ahí su magia, su capacidad única, la capacidad de llevar más lejos que nadie un género que la mayoría consideraban agotado desde los 80′s.
College / David
Grellier