Pero una vez superado el susto inicial, lo que permanece enfermizamente en la cabeza son unos temas que invocan a los viejos demonios de la pista de baile. El frenesí, desde que abre la veda la desconcertante “Shoom”, no da respiro (salvo en la ya conocida “Candy Walls” y “Chrissy E”, en la que Robert nos muestra que con un buen falsete se puede acabar endulzando cualquier tema de Dead Or Alive). Ya sea rasgando las paredes de las canciones con beats industrial meets goth (“Bulbform”, la imprescindible “The Last Dregs” o “Gloryhole”, toda una lasciva declaración de intenciones a favor del uso placentero de la carne en barra), o bien acelerando las pulsaciones techno a algo más de unos 100 bpms arrastrados (“Dressed For Space”) o, incluso, recurriendo a las atmósferas asfixiantemente pop del witch house (localizables en “Heaven”), “TRST” se eleva como una magnífica obra que reivindica el revival gótico-electrónico en nuestro desorientado presente. En todo 2012 no hubo un disco que me hiciera sentir lo que este, este definitivamente es mi género favorito.