en su carrera: “¡Sigue Alcino, sigue!
¡Corre Alcino, corre!”. Terminó con una
gran sonrisa que podía iluminar a todo
Shangai.
Lo que hace únicos a los Juegos
Olímpicos Especiales es que no solo
llegan durante tres semanas y luego
desaparecen. Como vemos por la vida
de Alcino y de otros, estos atletas son
parte de una organización que es un catalizador continuo para cambiar la sociedad y el mundo.
Los Olímpicos Especiales, de una
forma más tranquila y humilde, nos
mostraron algo que se pudo perder en
Los atletas Olímpicos
Especiales van a los
Juegos para participar,
animarse y ayudarse los
unos a los otros y para
terminar sus pruebas.
los eventos espectaculares, politizados
y comercializados en Beijing, y con esto
no estamos diciendo que estos no fueran espectaculares. ¿Cómo no podían
haber sido cuando China invirtió cinco
años en prepararlos, movilizó a 40.000
voluntarios, abrieron sus hogares a todas las ciento sesenta y ocho naciones
participantes y a sus equipos para que
pudieran experimentar la hospitalidad
doméstica china, y organizó foros globales sobre como las familias, las comunidades y las naciones pueden comprender y facilitar mejor a las personas discapacitadas intelectualmente? No, cuando los Olímpicos Especiales acabaron,
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China había cambiado como lo habíamos hecho cada uno de los que asistieron o participaron.
A medida que pasaban los días,
yendo de prueba en prueba, notamos
como a diferencia de otros juegos mundiales, los atletas olímpicos especiales
representaban cada edad, sexo y nacionalidad. Lo que nos sorprendió fue
que no vinieron a los juegos a competir.
Al contrario, estaban en los juegos para
participar, animarse y ayudarse los unos
a los otros y para acabar sus pruebas.
Fue una formula para algunos momentos muy especiales, como la salida de la
Ceremonia de apertura de los
Olímpicos Especiales
carrera de velocidad de los 400 metros
masculinos.
De pie en la pista, esperando que se
diera la salida, estaba un joven chino
que no tendría más de doce años. No
mediría más de uno cuarenta metros de
altura y pesaría quizás treinta o treinta
cinco kilos. En la calle siguiente estaba
un corredor que tendría cerca de 20
años. Medía más de uno ochenta metros de altura y pesaría más de ochenta
kilos. El muchacho miraba a su competidor como David debió de mirar a Goliat, pero a diferencia de la historia bíblica, entre aquellos dos olímpicos espeVerdad y Vida Julio – Septiembre 2016
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