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La era de Maduro ha estado llena de conspiraciones, lo que dice
mucho del sentimiento de los uniformados. La ONG Justicia Venezolana
ha contabilizado más de 150 militares presos, casi la mitad de ellos aún
con el estatus de «activos», acusados del delito de traición a la patria.
La fuente también nos señala que la Dirección de Inteligencia
Militar está desplegada en toda la frontera entre Colombia y Venezuela,
donde investiga los movimientos de las brigadas de Apure, Táchira y
Zulia, donde habría oficiales conspirando. Ese sería el caso de los
militares adscritos a la 2509 CIA de Francotiradores, capturados hace
tres días en la población de Ureña. «Hay unidades especializadas que
operan con oficiales específicos, y el temor es que estos deserten para no
acatar la ordenes de mi general Padrino», dice.
Los rumores de traición a la patria apuntan incluso nombres
específicos como el del Comandante General del Ejercito, Suárez
Chourio, que habría tenido varios «desacuerdos» con el ministro de
Defensa, Vladimir Padrino López, por no querer negociar con la
oposición. Sin embargo, a nivel interno Chourio no tiene «liderazgo ni
ascendencia», ni la fuerza para poder enfrentarse a Padrino López.
Además, es visto por sus homólogos como «un mandadero que llegó
hasta el más alto rango por su amistad con Chávez». Incluso varias veces
se ha dicho que sería el próximo Ministro de la Defensa, cosa que no ha
sucedido. Es una cebo, por lo que los verdaderos sospechosos deben de
estar entre los que «comandan la armada o la aviación».
La división ideológica dentro de sus filas es una realidad. Desde la
década de los 90, cuando el fallecido presidente Hugo Chávez protagonizó
sus dos intentos de alzamiento, los militares venezolanos se volvieron una
pieza clave en el desarrollo político de la nación. A tal punto que fueron
militares quienes respaldaron la destitución en la presidencia de Chávez,
la madrugada del 11 de abril del 2002, pero también militares los que
demandaron su retorno.
La Fuerza Armada se ha convertido en eje político del proceso
actual, y se ha transformado en una suerte de ejército miliciano, donde
parece que no existe jerarquía ni disciplina ni obediencia fundada en los
rangos. Se trata, pues, de una institución fragmentada entre quienes
comparten el proyecto del partido chavista y quienes, activa o