vecindad
Poetas en el Sótano: alternativa marginal
Pablo García Gámez
En abril 2013, Ramón Caraballo, propietario de la librería
Barco de papel me invitó a formar parte de un nuevo
proyecto; anteriormente había desarrollado para Barco de
papel presentaciones de narración oral para niños y talleres
de teatro para estudiantes de secundaria. Este proyecto era
diferente: trabajar con tres miembros del colectivo ‘Poetas
en Nueva York’: Nicolás Linares, Diego Rivelino y Christian
Cuartas. La presencia de los autores e intérpretes se perfilaba como un reto.
Un par de reuniones bastaron para entender que estábamos
de acuerdo en explorar los límites entre teatro y poesía, explorar la integración del gesto y el movimiento a la palabra;
en otras palabras, llegar al performance. Cada uno poseedor de una personalidad poética definida y planteamientos particulares que se evidencian en los textos: la angustia
de vivir, la añoranza, el consumismo, el vacilón que, a fin
de cuentas, son inmanentes al ser humano. El desafío era
unir tres voces en una propuesta colectiva sin que necesariamente fuese homogénea.
La idea para unir las voces la dio el espacio, el sótano en el
que los autores se reunían para escribir los textos. Espacio
cerrado en el que los poetas-intérpretes podían expresarse
libremente: metáfora de la periferia. Símbolo que podía representar a Queens, a un espacio huérfano de canon o tal vez
a un colectivo cultural que busca la apropiación de un lugar.
En el proceso tuve dos roles: estimular a los poetas-intérpretes a crear una serie de textos adicionales que complementaron el proyecto y proponer una lectura escénica. Meses de
ensayos para que las voces se encontraran, se enfrentaran,
armonizaran y se apropiaran del sótano; meses de trabajo
corporal, de incorporar propuestas de los actores, de presentaciones para aquellos que conocen el performance y la
situación de un gran número de artistas hispanos en Nueva
York. Amigos como Carlos Manuel Rivera, Margarita
Drago, Antonio César Morón, Guido Cabrerizo, entre otros,
ofrecieron su crítica honesta, directa, a veces densa.
Se hizo el cuestionamiento sobre la ausencia de realismo en
el performance: una obra sin trama. Prefiero decir que es
un performance de nueve fragmentos que conforman un
todo. En el debate, a veces aparecieron términos como apreciar el performance a través de lo sensorial o apreciarlo a
través de referencias estéticas; debate que cuestiona si Poetas
en el sótano puede ser apreciado por los diferentes grupos
que conforman el colectivo hispano.
Como se ha dicho, Poetas en el sótano se hace desde el margen. Tan al margen que tuve la necesidad de escribir sobre
el proceso porque su acceso al mainstream está limitado.
Es un trabajo en el que la periferia se ve a sí misma. Es un
trabajo de presupuesto escuálido: escenografía de papel
cargado de grafitis. Trabajo honesto que, sin pudor, enseña
artificios actorales y que en los grafitis da pistas de un
proceso creativo. Trabajo que muestra que con empeño se
puede crear un discurso estético. Trabajo que grita que en el
margen hay posibilidades.
Diana Bejarano
El trabajo no es vanguardista: ya los posmodernos despacharon la vanguardia. Sí tiene referencias conceptuales y
prácticas a movimientos que en su momento rompieron con
la tradición, que ofrecieron alternativas.
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