Un silencio atlántico
Mi padre cruzó un continente,
se convirtió en indio posmoderno
al entrar por la aduana del nuevo mundo,
surcó presto su orientación dañada
y perdida la esperanza tomó trenes,
autobuses para otras tierras,
aviones erradicados por la peste
y no era él
hoy mi padre yace en cama
bajo el agobio de las horas extra,
trajo un lastre de quinientos quince años
con el cual descansar los pies y las manos
y no sean él
yace mi padre en un techo de casa blanca
con su cuerpo moreno asfixiado por la historia,
con su cuerpo tallado por la vista de los volcanes
y un indómito yacimiento de leyendas
donde se escribe la historia de mi viejo,
sobre una ladera marina y tintas de piedra
ha salido esta tarde y se ha tirado al río
con el fardo absurdo de todo lo recorrido,
ha ahogado a los peces contándoles la historia
de un hombre y una mujer que se amaban
como tierra blanca y fértil que todo otorga,
como yelmos recios de victoria y conquista
ha devorado al unísono dos continentes
y se ha convertido en tierra submarina;
salió por la tarde un indio posmoderno
y la noche recibió todas las almas,
todos los llantos
y no era él
salió por la noche un llanto de ultramar,
por la mañana sale la tierra en su búsqueda,
conmocionada por la espera que mueve valles,
que tumba ciudades, que engendra mitos,
y lo que se escucha entre las ruinas
es el mismo llanto que pierde a sus vástagos
en las más cruentas guerras virtuales
un padre indio que duerme en casa blanca
con su corazón rebozando tierra,
rebasando a las aves,
resplandeciendo de nada
absoluta nada.
Iván Vergara