Vagabond Multilingual Journal Spring 2014 | Page 24

Lo impredecible, el terremoto, eso Hay algo en particular que forma parte de mis escritos, que siempre formó parte. Hay algo que siempre estuvo en mi mente, en algún rincón de mi inconciente. Algo que siempre se veía plasmado en mis cuentos fantásticos. Un denominador común, una presencia. ¿Lo onírico? ¿Lo misterioso? ¿La lingüística? No lo sé. Iba más allá de mi esencia. Era importante porque “No podemos conocer a nadie más que por sus obras”. Spinoza alguna vez dijo que todo el mundo está compuesto por una sustancia divina infinita que se identifica con Dios o con la naturaleza. Tal vez esto sea Spinoza, pero con una vuelta de tuerca. Yo voy a reflexionar sobre mi mundo, más precisamente, sobre una parte de la sustancia divina infinita que me concierne a mí. No sé cómo funciona el mundo del resto. A veces, imaginar la existencia de determinadas personas invita a la expresión. Esas personas que habitan en nuestro inconciente son construcciones que armamos en base a nuestras experiencias, en base a quienes somos, en base a lo que leemos y deseamos leer, en base a nuestra sustancia… Yo tenía varias construcciones. Pero quién hubiera pensado que un día una de ellas me encontraría a mí. Julien entró en escena, como manifestación física de mi sustancia, justo cuando yo había dejado de buscar en mi interior. Yo estaba en mi etapa de ocio y distracciones. Y de no haber sido por eso, no lo habría conocido. Si no hubiese accedido a salir a cenar un día de verano con mi amiga y sus amigos y, en cambio, sí me hubiese quedado en casa como de costumbre, posiblemente nunca nos habríamos cruzado. Y ahí estaba el contraste: tenía que escapar de mí misma para concretar un reencuentro con mi sustancia. Decir que esa misma noche supe lo que había encontrado sería exagerar, sería caer ya en el territorio de lo estrictamente literario. ¡Claro que no lo supe esa noche! Yo siempre había sentido que no había nada claro [