DISCURSO DE FERNANDO QUESADA
Señor Vicerrector, estimados colegas, señoras y señores, queridos amigos.
Es curioso cómo la acción de una persona con la que uno no tiene apenas trato, o que nos resulta indiferente, e incluso antipática, puede
ejercer una influencia decisiva en nuestra vida por una acción banal.
Tendría yo apenas once años, quizá doce. Una familiar no cercana, una de esas tías que uno sólo encuentra en las grandes fiestas familiares, me hizo un regalo de puro compromiso, de esos que se saldan en librerías con una etiqueta de precio rebajado. El libro de aquellas navidades
se llamaba “El maravilloso mundo de la Arqueología”. Ni siquiera era un libro infantil, adecuado para aquella edad. Pero todavía lo conservo en mi
biblioteca, como un tesoro, orgulloso, con su lomo medio arrancado por el uso y el tiempo, ahora rodeado por sesudos tratados eruditos.
Puedo decir que aquel libro marcó mi vida. Estaba basado en minuciosas ilustraciones, en ese tipo de reconstrucciones con dibujos en perspectiva, cortes tridimensionales, que ahora son habituales pero que hace casi cuarenta años eran una rareza. Aquel libro me convirtió en un alevín de
investigador. Bastante pitagorín, debo confesar. Pero ya decidido a que la arqueología sería el hobby y la profesión de mi vida. Y he conseguido vivir
de aquello que pagaría por hacer. Y que me remuneren por ello, no mucho y parece que cada vez menos, pero al menos vivir de mi pasión.
Pero creo que en ese libro, en sus maravillosas ilustraciones, está también la raíz de varias otras de mis convicciones. La de que la figura del
sabio en su torre de marfil es perniciosa, tan estéril para el investigador mismo como para quien financia sus trabajos, sea con dinero público o privado. La convicción de que es imprescindible divulgar los
resultados de la investigación para que esta sea realmente
fructífera, y la idea de que es posible hacerlo de manera
atractiva, y que para ello es fundamental acudir a todos
los recursos accesibles comenzando por un verbo lo más
ameno que sea posible, siguiendo por la ilustración adecuada, sin escatimar, y recurriendo por fin a todo lo que la
editorial o el proyecto de investigación pueda permitirse
en cuanto al uso de las nuevas tecnologías.
Por eso cuando Carlos Sanz Mínguez —mi antiguo
y por qué no decirlo, mi viejo amigo, que ya vamos teniendo unos años—, me telefoneó para darme la noticia de
que me había sido concedido el Premio Vaccea en su tercera edición, sentí en primer lugar una sensación de tremenda gratitud. Hay tantos especialistas merecedores de este
premio, sin salir incluso de la ribera del Duero, que siento
de veras que el honor que se me concede es aún mayor.
En segundo lugar, cómo no, sentí y siento una
enorme satisfacción. Casi todos somos reos, en mayor o
menor medida, del pecado de vanidad. Y no negaré que
éste sea uno de mis defectos. Me gusta que mis trabajos
agraden, y si además alguien me lo dice, y de una manera
tan cariñosa como en este caso, mucho mejor.
Pero debo decir que una de las cosas que más influyen hoy en mi agradecimiento y en mi satisfacción es
que en el encabezado del premio especifique “a la investigación y a la divulgación científicas”. No a la una o a la
otra, sino a las dos conjuntamente. Ha sido como volver a
aquellos tiempos y regresar a aquella infantil decisión de llegar a excavar y descubrir cosas, y escribir libros, y que quizá alguno de ellos fuera tan
bonito y atractivo para el gran público como aquel del “Maravilloso mundo de la Arqueología”.
Son éstos tiempos malos para la Universidad. Apenas si se nos conceden los medios necesarios para investigar y enseñar. Y se nos demanda,
a menudo en proporción injusta, un elevado retorno de lo invertido a la sociedad. Precisamente es por ello por lo que hemos de esforzarnos, especialmente en que se perciba mediante una divulgación de alta calidad y tanto rigor como nuestra investigación que los recursos que empleamos, bien
que magros, se emplean con eficacia. Y no sólo para conseguir nuevos recursos para trabajar, táctica que lleva a la exageración, que es cargante para
los colegas, y que a menudo acaba volviéndose contra quien la emplea. No se trata de devanarse los sesos buscando un titular de prensa llamativo.
Ya es bastante duro cargar con la creciente y asfixiante burocracia de la investigación, que nos lleva a la paradoja de que cuanto más alto se sube en
el escalafón académico, más tiempo y neuronas roban para la gestión.
Gestión. Ese rellenar formularios, trabajo que siempre debiera ser siervo de la investigación y no al revés. Y se lo dice, créanme, quien acaba
de ser investido como director de un departamento grande y complejo y anda metido en todo tipo de comisiones.
Se trata, por el contrario, de buscar que de la manera más natural posible se revele en nuestra divulgación aquella pasión inicial que los años
y la gestión corren el riesgo de desgastar. Porque entonces se contagia. Creo además, y procuro predicar con el ejemplo, que no debemos delegar
esta tarea de difusión en otros, sin duda bienintencionados y a menudo de mayor facilidad de verbo. Porque si lo hacemos, si nos aislamos en la
Academia con mayúsculas, perdemos el derecho a lamentarnos si luego se difunde una visión distorsionada, errónea o simplista de nuestro trabajo.
A mi me gusta investigar. Me encanta. Mis colegas y alumnos, pero también mis amigos y familiares, pueden atestiguarlo. A veces incluso
con cierto hartazgo por su parte. Creo que hago bastante, y creo con honestidad y el sano orgu ???????????????????????????????????????????)?????????????????????????????!????????????????????????$??????????????????????????????????????????????????A?????????)??????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????)????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????)???????????????????????????????????????????????????????????????????????????d????????????????????????????????)?????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????U?????????????)????????)A????????????????????????????????????????????????????d??????????????????????????????????????????????????????)???????????????????????????????????????????????????????????????????????????
????M??????????I??????5??????????????)?????????????????????????????????????????????????????????????????????????????M????????????????????????????????????????????)??? ?????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????)??????????????????????????????????????????????????????????????)1???????????????????????????????????????????????????????????9?????????????????????????????????????????????????????????)???????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????)??????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????9?????????????????????????????)5??????????((???((