Editorial
El número 6 de ANUARIO VACCEA evoluciona de manera acorde a los tiempos de crisis que padecemos.
De distribución gratuita hasta ahora, una parte de su tirada (3.000 ejemplares) pasa a retractilarse con el ya
clásico calendario mural pintiano y con otros tres calendarios más —de sobremesa, marcapáginas y de bolsillo—
para su adquisición al precio simbólico de 6 euros, aunque siempre como aportación voluntaria o, si se prefiere,
donativo, para no fiscalizar aún más el acceso a la Cultura. El resto de la tirada continuará distribuyéndose
sin coste, en la idea de llegar al máximo público posible y de que la divulgación científica de nuestro legado
patrimonial arqueológico sea una realidad accesible y compartida. El calendario mural de Pintia 2014 vuelve a su
formato inicial de 14 páginas —frente a la edición especial de 2013 sobre los Rituales funerarios vacceos— en
esta ocasión recogiendo algunos elementos de la iconografía vaccea en uno de los soportes donde mayor riqueza
expresiva manifiesta: los oinocoes o jarras de pico para el servicio de la bebida.
No sabemos a ciencia cierta en qué día de ese año 2014 nos dirán que la crisis ha terminado y, como
decía Juan José Millás no hace mucho tiempo, entonces los ciudadanos respiraremos aliviados pese a habernos
dejado en el camino derechos, conquistas sociales e ilusiones y, podríamos añadir, ser más pobres intelectual
y emocionalmente, en un mundo mediocre e infantilizado que mercantiliza todo lo que toca. Laurent Olivier
(Complutum, 24, 1), conservador del Museo Arqueológico Nacional de Saint-Germain-en-Laye, señala en un
artículo sugerentemente titulado Notre passé n’est pas à vendre, cómo la sumisión de la actividad arqueológica a
las normas dictadas por los tecnócratas, la evaluación cuantitativa antes que cualitativa de la misma, la sumisión
de la disciplina a las leyes del mercado de acuerdo a la ideología neo-liberal imperante, etc. han creado una
extraordinaria homogeneidad de las producciones de la disciplina, con la generalización de productos similares
o idénticos por todas partes (¿les suenan, por ejemplo, las Aulas de Interpretación extendidas por doquier en
nuestra geografía?). El argumento neo-liberal para someter la Arqueología a las ‘leyes del mercado’ era que la
cultura y la ciencia en su conjunto ganarían con su integración en la lógica del mercado. El procedimiento le
conocemos perfectamente: en un primer momento es necesario el descrédito de colectivos o sistemas públicos
a los que se tilda de improductivos, obsoletos, inmovilistas, subvencionados o insostenibles; frente a ese modelo
caduco se impone el nuevo con base real en el mercado, lo que significará una mejora sustancial de la disciplina
arqueológica al proveerla de medios financieros considerables que a su vez permitirán comunicar mejor su
actividad