El miedo a la soledad se puebla,
se queja de su existencia,
murmura al cielo sus ruegos,
pinta sus casas de árboles con la leña de sus tallos,
si alguien grita libertad, los demás repiten en coro,
como si la libertad fuera un derecho,
¡los grillos tienen más ritmo en sus coros!
La ciudad es un cementerio de los desdichados,
para las gallinas
para los que saltan y dicen que vuelan,
para los que han dejaron de ver fantasmas,
para los que vociferan que “este es el camino”,
para los que enseñan a llorar.
¡Hombres¡
dejen de mirar sus pies,
batan sus alas,
extrañar mata el alma,
hace que eches raíces en la tierra y nunca te desprendas,
el hogar es muy pequeño para alma,
se fermenta,
apesta
y muere.
Para el alma hasta el cielo es techo para sus aspiraciones,
el manto de estrellas son pasos en su larga caminata,
miren cuantos soles ha recorrido el alma,
¿acaso se ha apenado por haber dejado a los suyos?
ningún asco de piedad,
ninguna lágrima torcida,
nada que le permita detenerse.
¡Vamos
dejen de mirar las alas ajenas,
vuelen con las suyas,
en el sendero más ancho,
en la cuesta de la tarde,
en el viento más bravo, / elévate muy alto,
embiste la furia /márchate / y no vuelvas más!
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