TV Espanol Edicion Mayo 2013 Mayo 2013 | Page 78

Era un sábado en J erusalén, I srael, y por lo tanto ningún judío trabajaba, se lo prohíbe su religión. Entonces, todos los turistas y peregrinos se vuelcan en el sector árabe y la plazoleta de la torre de David cerca de la puerta de J affa que es el punto de encuentro de todas las multitudes. La puerta de J affa es una de las siete que hay en la muralla de piedra que encierra a la ciudad y que fue construida en gran parte por el sultán Saladino en el siglo X V durante la invasión y ocupación árabe de J erusalén.

El principal atractivo de ese sector árabe, son las callejuelas repletas de mercaderías que hay en los pintorescos negocios que tienen los palestinos y árabes, en general, y por donde se transita en la piedra viva con escalones pronunciados que obligan a mirar con cuidado donde se pisa. De improviso, aparecen mercaderes que también transportan sus productos por la misma vía o algún muchacho que lleva con sumo equilibrio una bandeja con té con menta, para algún cliente que se lo han pedido. Circulan todos los rostros del mundo y se escuchan todos los idiomas, pero el ambiente, incluso en medio del griterío que suele haber, es de alegre resignación. Ciertamente, de nada valdría enojarse.
Las coloridas telas cuelgan en las tiendas tanto como la platería y se pueden comprar igual sandalias que piezas de cristal. En realidad, esas callejuelas que se cruzan como serpentinas, son un bazar que abre los ojos al occidental pero que en las tardes, cuando se oculta el Sol, se tornan misteriosas, cae un silencio extraño.
Ese sábado, que mencionaba al empezar este artículo, nuestro grupo se había separado para que cada cual circulara por donde quisiera y comprara sin que nadie les apurara. Pero la advertencia había sido hecha a todos: cuando pregunten cuánto cuesta algo, enseguida digan lo que ustedes pueden pagar, aunque sea grande la diferencia, porque si regatean, ellos, los vendedores van a ganar. El consejo es excelente, porque cuando el probable comprador se va dejando ver que ya no le interesa lo que le ofrecen, el vendedor lo alcanza en la puerta y ¡ transacción hecha!
En un local, de jade y telas, compré algo de 50 dólares que me lo dejaron en 12. Pregunté donde habría un café y me dijo un niño: " Aquí al lado, dentro de un callejón ". Con cuatro integrantes de mi grupo dimos con el callejón y de inmediato me pregunté: ¿ Cómo es qué no lo había visto nunca antes en todos mis viajes a J erusalén? Lo primero que me imaginé era alguna escena de la película " Casablanca ". Al fondo habían dos puertas y un letrero decía " Café ". También una especie de noria con fierro �orjado que serv�a para colocar plantas exóticas, y no podía faltar un hotel enmarcado en banderas del mundo para significar que era internacional�
El café tenía“ clase”, es decir, podía haber estado inclusive en un barrio de París. Sus mesas y sillas eran de rica madera y su color marrón contrastaba con los macizos muros blancos de cal. En el centro había un arco para subir a otro piso, pero nos quedamos en la planta baja, bajo una ventana que dejaba ver los pies de quienes
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