Roderick Gordon - Brian Williams
Túneles
—¡No! —exclamó Will, observando las figuras aún con más atención y
lamentando no disponer de tiempo para consignar todos los detalles en el cuaderno.
—¡Shhh! —advirtió Cal. Agarró a Bartleby lo apretó contra él. El gato se resistió
con las patas, pero el chico no lo soltó.
Will le dirigió una mirada inquisitiva.
—¡Agáchate! —susurró Cal. Parapetado tras el pretil, le tapó al gato los ojos con la
mano y lo agarró aún más fuerte.
Al tiempo que los imitaba, Will se asomó para observar: al otro extremo de la
plaza, silenciosos como fantasmas, cuatro figuras parecían flotar sobre la superficie
del agua que cubría el suelo. Llevaban máscaras respiratorias en la boca, y gafas con
grandes lentes circulares que les daban aspecto de hombres-insecto de pesadilla. Por
su aspecto, Will sabía que eran styx. Llevaban casquetes de cuero y gabanes largos.
No los negros y relucientes que Will les había visto en la Colonia: éstos no tenían
brillo, y eran como de camuflaje, con manchas de color verde y gris, unas oscuras y
otras claras.
Avanzaban en línea con eficiencia militar, uno de ellos sujetando por la correa a
un inmenso perro. El animal increíblemente grande y feroz expulsaba vaho por el
hocico. Era diferente de cualquier otro perro que Will hubiera visto nunca.
Los chicos se arrinconaron tras el pretil, plenamente conscientes de que no
tendrían ningún sitio por el que escapar si los styx se acercaban a ellos. El ronco
jadeo del perro se hacía más fuerte. Will y Cal se miraron, pensando ambos que de
un momento a otro los styx aparecerían bordeando el pretil. Inclinaron la cabeza,
aguzando el oído para captar el menor sonido de acercamiento de los styx, pero sólo
se oía el suave borboteo del agua y el golpeteo continuo de la lluvia de la caverna.
Will y Cal se miraron a los ojos. Todo parecía indicar que los styx se habían ido,
pero ¿qué debían hacer? ¿Se habría alejado la patrulla, o sólo se habría ocultado para
saltar sobre ellos? Esperaron, y después de un rato que les pareció un lustro, Will le
dio a su hermano una palmada en la espalda y señaló hacia arriba para indicar que
pensaba echar un vistazo.
Cal negó con la cabeza violentamente, y su inquietud resultaba palpable incluso a
través del cristal medio empañado de la visera. Aquellos ojos le imploraban que no
se moviera, pero Will no le hizo caso y levantó un poco la cabeza por encima del
pretil: los styx habían desaparecido. Alzó el pulgar como señal de que todo iba bien,
y Cal se incorporó muy despacio para comprobarlo por sí mismo. Contento de que la
patrulla hubiera desaparecido, soltó a Bartleby, que escapó de un salto, comprobó su
condición de animal libre, y les dirigió a ambos una mirada de resentimiento.
Bordearon con cautela la plaza y eligieron un callejón en dirección opuesta a la
que suponían que habían seguido los styx. Will se encontraba cada vez más cansado
y le resultaba más difícil respirar. Le sonaban los pulmones como a un asmático, y un
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