Tu Entrenador Personal Noviembre 2016 | Page 15

Muchas veces recomiendo hacer deporte, porque además de facilitar esa conciencia ayuda a liberar tensión, mejorar la salud, la motivación y la autoestima que son imprescindibles para el cambio. Mucha gente, buena parte directivos que no se permiten el miedo, la ansiedad, etc., salen a correr, a hacer cross-fit o ultra maratones, como si les fuera la vida en ello. Yo mismo empecé así, pero es una forma explosiva y puntual de soltar estrés. El problema es que, si son muy sedentarios, tienen sobrepeso o alguna limitación se pueden hacer daño y se van a desmotivar rápidamente. Lanzarnos con alegría a levantar pesas nos puede causar no pocas lesiones y algunas de ellas lejos de ser inocuas pueden convertirse en crónicas. Por eso me parece muy recomendable un enfoque profesional global que tenga en cuenta todos los aspectos, y eso te lo da un entrenador en el caso de la forma física. La motivación es lo que mueve a las personas, la motivación es emoción y tener un entrenador personal es motivación. DH: Pero entonces, ¿Podemos provocar el cambio a nivel psicológico desde el desarrollo físico con un efecto profundo o duradero? AA: Cuando aprendemos que podemos cambiar las creencias que tenemos sobre nosotros mismos, por ejemplo a través del deporte, integramos algo muy importante: podemos conseguir lo que nos proponemos, aunque inicialmente no nos cuadre en la imagen que tenemos de nosotros mismos. Esa integración no es algo etéreo, implica la creación de nuevas configuraciones neuronales. Cuanto más lo trabajamos más se fortalecen los cambios neurofisiológicos y creamos un círculo virtuoso, de forma que con cada cambio es más fácil cambiar. Las creencias sobre nosotros mismos en ocasiones pueden verbalizarse de forma concreta o ser conscientes, yo no valgo para correr una maratón, hacer un triatlón o reducir mi peso de forma sana y estable, no tengo voluntad, esto no es para mí, yo no soy capaz de emprender, de cambiar, etc. En la mayoría de los casos tienen un origen profundo e inconsciente que hace que las confundamos con lo que somos, con nuestra esencia, y marcan cómo nos dirigimos, qué proyectos tomamos y cuales rechazamos, nuestras relaciones personales, el trabajo, nuestro cuerpo, la comida, etc. Lo más grave de esas creencias es que pueden limitar drásticamente nuestra capacidad para soñar y comprometernos con objetivos que nos hagan felices, limitan lo que somos. Cuando se formó nuestro aparato emocional, entre los 0 y los 50 meses, no teníamos palabras ni lógica, muchas veces nos cuesta identificar y entender para qué hacemos las cosas, y por eso construimos creencias que parecen imposibles de cambiar que además se refuerzan con el tiempo. En realidad, son eso, creencias, no somos nosotros, y lo creamos o no, esas creencias, no dejan de ser configuraciones y dinámicas neurológicas con mayor o menor plasticidad. DH: Hablando un poco de counseling y coaching, aunque sé que es difícil hacer una recomendación general, no sé si te encuentras con alguna circunstancia emocional especialmente frecuente que nos limite a la hora de conseguir objetivos. ¿Has hablado de sentir la emoción en el cuerpo, pero hay algo que puedes recomendar a todo el mundo? AA: La psicología clásica y la que aún se enseña en la universidad en España, aunque cada vez menos, tratan al ser humano con unas implicaciones parecidas a la tradición judeo-cristiana en lo que se refiere a separar cognición/alma de la emoción/cuerpo, aunque se reconozca que ambos se influyen mutuamente. Fritz Perls, médico neuropsiquiatra y psicoanalista y padre de la Terapia Gestalt, hizo suya la máxima de “no tenemos cuerpo, somos cuerpo”. La realidad es que como tratas a tu cuerpo afecta a tu propia genética, afecta a la neurología, afecta el cerebro y cambia tu forma de pensar, tus emociones y en definitiva tus creencias sobre ti mismo. Igualmente, tu forma de pensar y cómo trabajas tus emociones te permite ayudar a cuidar tu cuerpo incluyendo cerebro y genética.