Travesías didácticas Nº 32 • Mayo 2020 | Page 64

Las potencias filosóficas de la Ley... Ángela Menchón a las preguntas, a la indagación y al pensamiento crítico, libre de estereotipos y prejuicios, dispuesto a revisar siempre sus supuestos e implicancias. La comodidad afectiva, como el marco de confianza, que tiene que ser cuidado principalmente por lxs adultxs a cargo de las aulas, para que el proceso de aprendizaje nos tenga en cuenta como sujetxs sensibles, sintientes, configurados por una dimensión emocional y corporal ineludible. Estas condiciones, que en principio podrían pensarse como destinadas a niñxs y jóvenes, atraviesan a docentes y educadorxs en general. La incomodidad muchas veces proviene de no poder controlar lo que se desordena o descontrola. Pero en esa apertura al emergente está la posibilidad de encontrarse con el pensar y el sentir de lxs otrxs. Desordenar el orden escolar vigente puede ser potente y necesario para construir dentro de la escuela otros órdenes escolares posibles. En “Pedagogías del caos. Pensar la escuela más allá de lo (im)posible” (Colectivo Filosofarconchicxs, 2016) postulamos como hipótesis de lectura de las prácticas pedagógicas de nuestro tiempo, que la noción de “orden” (asociada principalmente a aspectos disciplinarios) que se ha configurado desde la Modernidad como una matriz de inteligibilidad de los fenómenos educativos. Esta matriz, este orden escolar, subyace no solo como esquema de ordenamiento de las prácticas efectivas dentro de las instituciones educativas sino al mismo tiempo como una configuración subjetiva desde la cual se mira y se evalúa lo que acontece en las aulas. Dicha matriz tiene desde su configuración histórica una serie de rasgos de los cuales me gustaría destacar dos porque son los que, a mi entender, la ESI desestabiliza: es un orden heterocispatriarcal 2 y adultocéntrico 3 . Este orden, que reproduce en pequeña escala las características prominentes de las sociedades occidentales capitalistas y patriarcales actuales, tiene a la niñez, las mujeres y otras expresiones de sexualidad y de género no hegemónicas como principales grupos excluidos / oprimidos / silenciados / invisibilizados. Estas instancias del orden moldean el currículum oculto que atraviesa todas las prácticas educativas, pero fundamentalmente moldean nuestra subjetividad docente en forma de expectativas y criterios de “normalidad” sobre lo que puede (y debe) acontecer en las aulas y sobre cómo la sexualidad debería vivirse. Pedagogías del caos serán aquellas que, como la perspectiva de la ESI, puedan poner en cuestión los aspectos más rígidos y excluyentes de estos órdenes, configurando otras escuelas posibles, más sensibles, más reflexivas. 2 La noción de hetero-cis-patriarcado remite a la articulación social y sistémica de la heteronormatividad, es decir, aquel régimen de poder y de inteligibilidad de la sexualidad que pone a la heterosexualidad como sexualidad “normal”; al modelo biologicista que distribuye sexos y géneros según criterios anatómicos y binarios; y el patriarcado, sistema de dominación masculina que establece una relación jerárquica y asimétrica entre varones y mujeres y que se traduce en prácticas sociales y en una distribución desigual de derechos y beneficios. 3 El concepto de “adultocentrismo” refiere según Magistris y Morales (2018,) a una “estructura socio-política y económica, donde el control lo toman y ejercen lxs adultxs, mientras que la niñez, adolescencia y juventud son sometidas a un lugar subordinado y de opresión” (p. 25), dando cuenta de las relaciones asimétricas entre generaciones que se convierten en instancias reproductoras de jerarquías al interior de los sistemas sociales, particularmente del capitalismo colonial. 62