Las potencias filosóficas de la Ley...
Ángela Menchón
a las preguntas, a la indagación y al pensamiento crítico, libre de estereotipos y prejuicios,
dispuesto a revisar siempre sus supuestos e implicancias. La comodidad afectiva, como el
marco de confianza, que tiene que ser cuidado principalmente por lxs adultxs a cargo de las
aulas, para que el proceso de aprendizaje nos tenga en cuenta como sujetxs sensibles,
sintientes, configurados por una dimensión emocional y corporal ineludible. Estas condiciones,
que en principio podrían pensarse como destinadas a niñxs y jóvenes, atraviesan a docentes
y educadorxs en general.
La incomodidad muchas veces proviene de no poder controlar lo que se desordena o
descontrola. Pero en esa apertura al emergente está la posibilidad de encontrarse con el
pensar y el sentir de lxs otrxs. Desordenar el orden escolar vigente puede ser potente y
necesario para construir dentro de la escuela otros órdenes escolares posibles. En
“Pedagogías del caos. Pensar la escuela más allá de lo (im)posible” (Colectivo
Filosofarconchicxs, 2016) postulamos como hipótesis de lectura de las prácticas pedagógicas
de nuestro tiempo, que la noción de “orden” (asociada principalmente a aspectos
disciplinarios) que se ha configurado desde la Modernidad como una matriz de inteligibilidad
de los fenómenos educativos. Esta matriz, este orden escolar, subyace no solo como esquema
de ordenamiento de las prácticas efectivas dentro de las instituciones educativas sino al mismo
tiempo como una configuración subjetiva desde la cual se mira y se evalúa lo que acontece
en las aulas. Dicha matriz tiene desde su configuración histórica una serie de rasgos de los
cuales me gustaría destacar dos porque son los que, a mi entender, la ESI desestabiliza: es
un orden heterocispatriarcal 2 y adultocéntrico 3 . Este orden, que reproduce en pequeña escala
las características prominentes de las sociedades occidentales capitalistas y patriarcales
actuales, tiene a la niñez, las mujeres y otras expresiones de sexualidad y de género no
hegemónicas como principales grupos excluidos / oprimidos / silenciados / invisibilizados.
Estas instancias del orden moldean el currículum oculto que atraviesa todas las prácticas
educativas, pero fundamentalmente moldean nuestra subjetividad docente en forma de
expectativas y criterios de “normalidad” sobre lo que puede (y debe) acontecer en las aulas y
sobre cómo la sexualidad debería vivirse. Pedagogías del caos serán aquellas que, como la
perspectiva de la ESI, puedan poner en cuestión los aspectos más rígidos y excluyentes de
estos órdenes, configurando otras escuelas posibles, más sensibles, más reflexivas.
2
La noción de hetero-cis-patriarcado remite a la articulación social y sistémica de la heteronormatividad, es decir,
aquel régimen de poder y de inteligibilidad de la sexualidad que pone a la heterosexualidad como sexualidad
“normal”; al modelo biologicista que distribuye sexos y géneros según criterios anatómicos y binarios; y el
patriarcado, sistema de dominación masculina que establece una relación jerárquica y asimétrica entre varones
y mujeres y que se traduce en prácticas sociales y en una distribución desigual de derechos y beneficios.
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El concepto de “adultocentrismo” refiere según Magistris y Morales (2018,) a una “estructura socio-política y
económica, donde el control lo toman y ejercen lxs adultxs, mientras que la niñez, adolescencia y juventud son
sometidas a un lugar subordinado y de opresión” (p. 25), dando cuenta de las relaciones asimétricas entre
generaciones que se convierten en instancias reproductoras de jerarquías al interior de los sistemas sociales,
particularmente del capitalismo colonial.
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