Travesías didácticas Nº 32 • Mayo 2020 | Page 51

para el niño, es preciso pensar modelos de orientaciones para que puedan acompañar a sus hijos en este trayecto, sin delegar la tarea de enseñanza que le es propia al jardín. Allí veremos que no será posible espejar el jardín planteando intervenciones docentes específicas, sino que será necesario cuidar que no se pierda la relación con la enseñanza. Será todo un desafío posicionarnos como formadores en la familia, garantizando lo que los lineamientos jurisdiccionales se proponen y lo que la Convención de los derechos de los niños y las niñas promueve. En vías de fortalecer los vínculos en el hogar con lazos de confianza, los niños y niñas podrán aprender más allá de las diferencias sociales y culturales, y las familias comprenderán la importancia de la formación en sus hogares. Es aquí que el docente, en ese entramado, enriquecerá y fortalecerá su posicionamiento como profesional de la educación acompañando la tarea de enseñar que supone un trabajo intelectual y político. Se hace necesario: Leer la realidad como una oportunidad en donde nos encontramos haciendo jardín de modos diferentes, donde algunas propuestas y nuevos aprendizajes no figuran en ningún currículum oficial. Aquí también es necesario leer la infancia para que trascienda la idea tradicional de la niñez en esa vista de receptor, o la posicionada como etapa cronológica, y pueda ser instaurada como una oportunidad de trascender fronteras. Leer los sistemas y tradiciones educativas donde sus futuros dependen de las localizaciones y contemplando las variadas configuraciones familiares que los constituyen, los contextos en las realidades de los distintos jardines, urbanos, urbanos marginales, rurales, etc. Entender que acompañar a los niños y niñas del jardín es acompañar a la familia y que comprender a los educadores en sus presiones cotidianas hace que todos respiremos mejor. Estar atento a las tensiones y exigencias, para calmar y ganar vida en el encuentro. 49