Travesías didácticas Nº 32 • Mayo 2020 | Page 42

Entre las modas con globitos de colores... Laura Pitluk Las instituciones educativas debiéramos enfrentar al consumismo desmedido, a la lógica del triunfo, a las razones del mercado, a la ideología centrada en la competencia, al individualismo estrechamente vinculado al “sálvese quien pueda”, a la diferenciación entre aquellos sujetos bien valuados y los otros desmerecidos incluso por las propias familias y educadores, a la consideración de las emociones segmentadas en compartimentos estancos que deben trabajarse separadas entre sí y diferenciadas de todas las propuestas educativas que se desarrollan con la premisa de entramar los saberes y articular la enseñanza y los posibles aprendizajes; podemos y debemos reconocer que el trabajo en equipo y la mirada sobre lo grupal nos fortalece y enriquece, que todos tenemos nuestras fortalezas y nuestros aspectos a modificar, que no somos iguales y eso nos enriquece, y que respetar a la autoridad bien entendida y a los encuadres acordados nos permite conformar una sociedad y una escuela más rica y más justa. Mi padre, maestro y guía, decía que el mundo debiera conformarse como un gran Kibutz, es decir, en un espacio -característico de Israel- en el que se distribuyen roles y tareas entre todos y para todos, en función del bien común. “Por eso espero que, en el «después de la escuela», ya no aceptemos la reducción tecnocrática del aula a ejercicios programados y asistencia individual prescritos mediante protocolos estandarizados. Por eso me gustaría que estuviéramos más atentos que nunca a las prescripciones «científicas» que, aunque vestidas con las últimas ropas digitales y neurocientíficas, reproducen sin embargo el viejo modelo conductista de la enseñanza individual programada y consideran al profesor, en el mejor de los casos, como un intérprete, y en el peor, como un obstáculo que el «todo-digital» podría quizás algún día hacer posible eliminar. … Por eso también me gustaría que exigiéramos, desde el jardín de infancia hasta la enseñanza superior, la posibilidad de establecer sistemas de enseñanza inspirados en pedagogías cooperativas e institucionales, que permitan a todos y cada uno «ocupar su lugar» en un colectivo, es decir, no ocupar todo el espacio en él, pero tampoco ser arrancado subrepticiamente o abruptamente de él. Por eso me parece esencial reafirmar que la escuela es una «institución», que encarna los valores de nuestra República, y no un «servicio» encargado de satisfacer las demandas de los usuarios individuales. Y recordar, por lo tanto, que la «educación en casa» no es, no puede ser la escuela: porque, precisamente, la escuela 40