Recuerdo, como si fuera hoy, el día en que las palabras escritas llegaron con claridad poética
a mis ojos. Estaba sentada en mi cama, la cual estaba cubierta por un acolchado esponjoso,
color rosa claro. Cada día tomaba entre mis manos mi libro favorito: “Dailan Kifki”. Me
encantaba hojearlo, lo hacía con un apetito enorme por repetir el viaje fantástico que, hasta
ese momento, sólo podía realizar a través de sus imágenes. Viaje que repetía cada día al
llegar a mi casa, con la esperanza de que uno de esos días me ocurriera lo mismo que a la
protagonista... abrir la puerta de mi casa y encontrarme con un elefante. No, lamentablemente
no me sucedió. Afortunadamente, con ese libro y en ese momento, aprendí a leer.
Fue un acto inaugural en mi vida personal al que le atribuí el sentido de la libertad. A partir de
ese día ya no tendría que pedir que alguien leyera por mí, ni tendría que esperar para que
sucediera. Ahora toda esa magia era mía, para mí, porque el significado que se desprendía al
mirar las letras formando palabras, estaba adentro mío. Ya sabía leer, y tenía la certeza de
que era algo que no se me iba a olvidar. En ese momento y con cinco años fue un hecho
único, y tan significativo como si se me cayera un diente. Al aprender a leer me había
convertido en alguien nuevo, liberado y libertadora de mundos fantásticos, infinitos, posibles
e imposibles.
¿Qué significa para una persona, y en el caso que nos ocupa, un/a niño/a, poder acceder a
un recurso creativo? Esta podría ser una pregunta para guiar nuestra praxis. Y es que, brindar
las estrategias para favorecer la lectura y la escritura no implica solamente generar las
condiciones para la construcción de recursos cognitivos, sino también la transmisión de
fortalezas personales que transformen un texto en no sólo un mundo fantástico, y en facilitar
las condiciones para que ello suceda. No es lo mismo la mentira en tanto relato inventado,
que la ficción como un entramado de palabras, gestos, movimientos, luces, que permitan que
lo que por los sentidos conmueve, se transforme en ilusión y recuerdos.
La escuela como garante de Derechos
En diversos textos formativos para docentes, tanto en el Diseño Curricular como en aquellos
de pedagogía, podemos encontrar varias formas, recursos y propuestas relacionadas con el
quehacer del docente como lector y el quehacer de los/as niños/as como “escuchantes”.
Con respecto a los textos se pide que sean variados, acordes a la edad y de autor, entre otras
características fundamentales. Asimismo, que los/as docentes seamos lectores,
entendiéndose por esto el que seamos lectores para un otro que está presente activamente y
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