Travesías didácticas Nº 21 • Marzo / Abril 2016 | Page 47

Encontrarnos con “la estrella del niño” nos conduce indefectiblemente a la alegría – nada sin alegría decía Malaguzzi -. Alegría que en su definición etimológica nos conduce a los términos alacer (rápido, vivaz, animado) y alacris (feliz, lleno de gozo, que nada lo perturba). Con esa actitud de ir al encuentro, de asombro, de alegría estamos ahora preparados para entrar a la vida de niñas, niños y adolescentes y al encontrarnos con la fragilidad que nos desarma, con la pequeñez que nos contiene que se hace grande, con la ternura que nos acoge solamente nos queda postrarnos, ponernos a su altura y desde ahí, desde ese ser “iguales” con diferencias, abrir nuestros cofres y poner al servicio de esa vida, de ese nuestro nuevo comenzar todas nuestras capacidades, nuestros conocimientos, nuestras experiencias, todo nuestro ser. La Convención sobre los Derechos de niñas, niños y adolescentes señala que todos los derechos están orientados al Interés Superior del Niño, pero ese interés superior no puede, ni debe ser fijado desde nuestras miradas y concepciones, las cosas de los niños y para los niños se aprenden solo de los niños14, si es responsabilidad de los adultos garantizar el ejercicio pleno de esos derechos. Es preciso entonces que repensemos nuestras categorías sobre la niñez, es imprescindible que reorientemos y resignifiquemos nuestras prácticas familiares, educativas, religiosas, sociales; es urgente que establezcamos un nueva forma de vincularnos con la niñez. Ya no más la biopolítica del sometimiento, sino la práctica educativa de la emancipación. Ya no más la niñez como continuidad, sino la niñez como posibilidad de construir una nueva sociedad. La niñez debe ser concebida por lo tanto como la oportunidad que tenemos los adultos de “emanciparnos aprovechando el momento inicial para el ejercicio de la libertad”15. Sería bueno entonces que nos preguntemos ¿Qué pedagogías necesita hoy esta infancia? ¿Qué políticas socioeducativas son necesarias para atender sus necesidades, para protegerla y cuidarla y a la par ir dándole márgenes crecientes de autonomía? ¿Cómo deben transformarse nuestras instituciones?, ¿Qué cambios deben darse en la formación de los profesionales vinculados con la niñez? “Es necesario que estemos convencidos, nosotros los adultos antes que nadie, de que los niños no son solo ostentadores de derechos, sino portadores de una cultura propia. Que son ostentadores de una capacidad de elaborar cultura, que son capaces de construir su cultura, y de contaminar la nuestra”.16 La Convención sobre los derechos de niñas, niños y adolescentes significó y significa un cambio de paradigma en relación a la niñez. Pero también puede significar un cambio transformador y vivificador de nuestras sociedades. Debemos ser capaces de mirar, pensar y cambiar al mundo con ojos de niños, y es o sí que es cosa seria. 14 Loris Malaguzzi Cfr Eduardo Bustelo, Infancia y Diacronía pág. 146, El Recreo de la Infancia, argumentos para otro comienzo, siglo XXI. 16 Loris Malaguzzi 15 45