Colonia Caroya, Provincia de Córdoba, República Argentina.
En el centro de la Argentina, donde el cantito en el hablar marca el tempo de la vida en
comunidad, abrazamos las infancias para dejar las mejores huellas en los primeros años de
los nuevos ciudadanos deseando una ciudad más amplia y libre.
Desde hace más de 10 años este jardín maternal y de infantes, espacio educativo para niños
y niñas pequeñas, viene gestándose en el alma, el cuerpo y la mente de un puñado de adultos
que vibra en la necesidad de responder a la fragilidad de las infancias de estas últimas
décadas y a las necesidades laborales de familias trabajadoras o inquietas. Derechos de los
niños/as, nuevas tendencias de crianza, falta de opciones, tiempos deshumanizados y sobre
todo familias en busca de instituciones que abran sus puertas a una educación compartida,
amorosa y significativa fueron algunos de los motivos que nos ayudaron a nacer.
Fueron varias los naufragios hasta llegar a tierra firme. Desde Hace 6 años en Colonia Caroya,
provincia de Córdoba, justito donde estaría el corazón de nuestra Argentina si fuera una
persona, late fuerte y tiernamente este jardín.
Somos, o mejor dicho vamos siendo, un grupo de profesionales de la educación que cada día
recibimos a medio centenar de pequeños/as en un salón lleno de luz del sol, con un escenario
lúdico, que bien podría ser una instalación por la disposición y tipos de elementos
desestructurados y versátiles, que les permite ir despertando cada vez en esta experiencia de
institucionalizar sus mañanas. Una ronda redonda, un zambalele, un repertorio variado y
muchas manos bailando en el aire, con guitarra o alguna percusión cotidiáfona, hace de ritual
de inicio de cada aventura diaria. Y así los grupos de 1, 2 y 3 años y sus educadoras, también
Mabel quien se encarga de limpiar nuestros enchastres y algún familiar que se anima a
empezar el día jugando, comienzan el viaje.
Momentos de juegos en la hamaca que cuelga de una mora que en primavera tiñe dedos,
cachetes, vereda y hojas de dibujo, vueltas en la calesita, cuevas en el arenero multicolor, o
familias en la casita de madera, dan la bienvenida al sol o a la sombra.
Las estaciones van marcando el tempo de la rutina, para saber si es momento de sacar las
narices al sol mientras escuchamos un cuento acostados en el pasto, de salir a pisar hojas y
bailar con cintas de colores en la galería, de corretear en un patio temprano para aprovechar
el fresco y la sombra, o de cargar palanganas y mangueras cuando el calor agobia.
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