Aunque la ignorancia es la oportuni-
dad para aprender, también tenemos que
saber que mucha ignorancia es algo que
no solo puede lastimar a uno mismo, sino
también al resto de las personas que nos
rodean. Joseph Stiglitz, premio Nobel de
Economía, relató: “En cierta ocasión tuve
la oportunidad de reunirme con un grupo
de altos ejecutivos que recibían las ma-
yores compensaciones de uno de los más
prósperos negocios del país. Aproveché
la oportunidad para preguntarles sin ro-
deos por qué ellos habían reestructurado
su remuneración de tal modo que pa-
gaban más impuestos de los necesarios,
además de ofrecer a los inversores datos
engañosos en cuanto la magnitud de las
compensaciones recibidas. Sus respuestas
indicaron que la mayoría de ellos no se
detuvieron a considerar las plenas impli-
caciones fiscales de su conducta. Pero ni
siquiera ahora que ya las comprendían te-
nían la menor intención de actuar de otro
modo. Su trabajo consistía en maximizar
el valor para el accionista, lo que a corto
plazo significaba que tenían que explotar
la ignorancia del mercado sobre el coste
de los stock options tenían para las em-
presas que las emitían”.
Uno podría considerar la felicidad y la
“sagacidad” de los ejecutivos por aprove-
charse de los demás sin siquiera moles-
tarse en saber las posibles consecuencias
legales y morales. “La ignorancia es atre-
vida”. (Savater, 75), por lo tanto podría-
mos reflexionar sobre este caso desde el
punto de vista de todas las personas que
han sufrido en manos de estos ejecutivos
deshonestos. La ignorancia supina de los
antes mencionados ha llevado a la tram-
pa, la mentira y el daño a otras personas.
Mientras más uno pasa tiempo en las ti-
nieblas, más daño provoca no solamente
a las personas que están alrededor, sino
también a su propio interior. Aunque no
se esté consciente, la ignorancia corrom-
pe el alma de una persona.
Efectivamente la ignorancia es ne-
cesaria para el aprendizaje, pero que en
exceso lleva al perjuicio y al descontento.
Aunque la ignorancia en sí no sea algo
que el ser humano debería atesorar, es
algo que tenemos que utilizar para apren-
der. Tarde o temprano, uno va a tener que
experimentar el mundo como realmente
es. De alguna manera, la ignorancia es
más poderosa que el saber, porque al sa-
ber algo, ya no es buscado, pero cuando
no se sabe algo, se busca. Así, es la fuente
de poder de la humanidad, ya que gracias
a eso, se llega al saber, lo más codiciado.
Todos sabemos que este saber lleva a una
u otra clase de felicidad, probablemente
no a corto plazo, pero está en nuestra na-
turaleza buscar la verdad, y al descubrirla,
recibimos no solo la verdad misma, sino
un sentimiento inmenso de satisfacción y
alivio. Vivir en un mundo tenebroso (en el
sentido de que está cubierto con tinieblas,
ignorancia) no es mejor que siquiera vivir.
La vida es real, y por lo tanto, en eso
deberían basarse nuestros pensamientos
y acciones. Entonces, podemos intuir que,
para llegar a la felicidad, tenemos que ser
sabios y para ser sabios, teníamos que ha-
ber sido ignorantes en alguna etapa de
nuestras vidas. Ergo, para ser felices, pri-
mero tenemos que ser ignorantes, crean-
do una dependencia de la ignorancia para
la felicidad.
B ibliografía
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Travesía • revista estudiantil
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