tristes, pero ella se esforzaba al máximo y confiaba en que
alguna vez podrían mudarse de barrio. Lograr eso era algo
muy difícil para ellos porque el alquiler de las casas más
alejadas al río era muy costoso.
—¡Mamá! ¿Será que este año podremos mudarnos?
-Preguntó Anahí entusiasmada.
—Creo que no hija, no tenemos dinero para eso. Solo
si tu padre logra conseguir un buen trabajo lo podremos
hacer - respondió tristemente su mamá.
Según el tono de voz de su mamá parecía que no exis-
tían esperanzas…
—¡Todo el esfuerzo diario para nada! ¡Cómo podía ser
tan injusto!- pensaba furiosamente – Trabajar mucho para
no lograr nada.
Desilusionada se acostaba a dormir. Muchas otras no-
ches soñó que vivía con su familia en una casa cómoda,
con un verde prado, disfrutando de ese hermoso lugar.
—Anahí, es hora de levantarse. Debemos salir ensegui-
da – Decía su madre todas las mañanas.
Se levantaba muy temprano y caminaba mucho hasta
llegar a la frutería. Trabajaba duro y vendía bastante. Al-
morzaba e iba al colegio. Esa era la rutina, todos los días
terminaba la jornada muy cansada. Ella y su madre gasta-
ban solo lo necesario pensando en el hogar de sus sueños.
Fue así que, después de unos largos meses y en un
día normal de trabajo su padre llegó a la frutería con una
amplia sonrisa en el rostro. Preguntó cómo les había ido
durante el día e inició una plática con ellas:
—Pueden estar felices…He conseguido trabajo en una
fábrica de Asunción. Estoy seguro de que con el salario
mensual más lo que han ahorrado dentro de poco tiempo
podremos mudarnos a un barrio más seguro y cómodo,
lejos de las aguas del río..
No pudieron contener la felicidad y emoción en ese
momento. Se abrazaron y lloraron mucho recordando
todo lo que han pasado como familia. Fue muy duro para
Anahí trabajar y estudiar al mismo tiempo. Sin embargo,
gracias a ese esfuerzo diario aprendió que cuando uno se
propone metas y da su mejor esfuerzo estará siempre más
cerca de alcanzar su sueño.
Travesía • revista estudiantil
11