ejemplo a Bartolomé Murillo, un pintor español,
cuyos críticos creen que detrás de su obra rea-
lista de 1650, “Niños comiendo uvas y melón”,
se encuentra Lázaro como su mayor inspiración.
Cuando vi “Niños comiendo uvas y melón”.
En una pintura de estilo barroco, me acordé de
la novela que leímos en la clase de Literatura, en
la pintura se ven dos niños vestidos con hara-
pos. Uno se está devorando las uvas, tiene en su
mano un pedazo de melón, mientras que el otro
es el encargado de cortar los pedazos y los come
a la par. Claramente estos dos niños andan des-
calzos, seguramente buscaron robar o mendigar
las frutas y se encuentran felices, tampoco apa-
rentan tener temor a ser descubiertos.
En la pintura como en la novela, los niños
pueden ser descriptos como pícaros. En la obra
literaria, a pesar de todas las adversidades que
Lázaro experimentó, nunca pensó en dejar de
buscar comida, mucho menos en quitarse la
vida. Pasaba días sin comer, al punto en el que
su visión era borrosa y sus propias piernas ya
no podían por si solas. Pero eso nunca lo de-
tuvo, Lázaro sobrevivió y vivió una vida feliz a
su manera al lado del ciego, del capellán y el
escudero. En la pintura, los niños demuestran
ser pobres, pero a pesar de no tener ni una ropa
digna, ellos están sonriendo porque tienen co-
mida. El realismo que ambas obras demuestran
es lo que mucha gente vivía, temía y escondía.
Estas obras mencionadas revolucionaron la idea
del pícaro y del realismo; al público le encanta-
ron, ya que a través de una pintura o una novela
hay miles de emociones escondidas.
Tal como ya indicaramos más arriba. Mu-
chos críticos de arte sospechan que Murillo ob-
Travesía • revista estudiantil
tuvo su inspiración de las historias de Lázaro a
través del contexto de la obra. Murillo represen-
ta la pobreza y la mendicidad de Sevilla durante
esa época y se conecta con la historia de Lázaro,
que siendo niño es entregado por su madre po-
bre a un ciego a quien sirve de guía. Igualmente,
en la sociedad paraguaya es común ver familias
indígenas y niños en la calle. Ellos, como Laza-
rillo y la pintura de Murillo, no tienen mucho,
pero sus madres o padres los someten a algún
trabajo desde pequeños, ya siendo cuidacoches
o lavadores de autos. Pero igual, a pesar de no
tener los recursos necesarios para vivir una vida
de lujo, estos niños suelen tener la sonrisa más
grande. Lastimosamente, como Lazarillo, mu-
chos de ellos están abandonados, tratando de
buscar algún lugar para hospedarse o encontrar
a alguien quien les brinde un mejor futuro. Es
así, como Murillo no solo refleja la realidad que
España quería ofuscar o esconder, sino también
lo que todos los países sufren día a día.
A pesar de la miseria que ambas obras re-
presentan, los niños siguen encontrando su fe-
licidad en las cosas pequeñas de la vida. Murillo
y el autor del Lazarillo cambiaron la perspectiva
del joven callejero al de un héroe. Estos niños
sufrieron y lucharon por sus vidas, siguieron
sonriendo y pudieron sobrevivir a todo. Ellos
nos demuestran cómo la felicidad puede ser la
motivación más grande para aquellos que creen
en sí mismos. Para muchos, el joven callejero es
aquel que roba, miente y mendiga, pero para
estos autores, el joven callejero es un valiente
protagonista que sobrevivió todo tipo de ad-
versidad y debería ser admirado a través de la
pintura y la literatura.
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