que él conocía que fueron partícipes de ese doloroso pasado de muertes entre hermanos. Don Augusto suspiró profundamente antes de hablar, como si ese alguien fuera muy importante para él.“ Este chico, Hugo Saldívar, un hombre muy valiente o mbarete como le decimos por acá, un gran camarada...” Roa Bastos inhaló aire y continuó“ Lastimosamente, Hugo murió. Había enterrado al prisionero que se le asignó para tomar un descanso en la noche y el prisionero fue devorado por las hormigas, pero cuando despertó, él cayó en la cuenta que no solo había dejado morir a su prisionero, sino que había dejado morir a su propio hermano, Víctor Zaldívar, que fue capturado en plena guerrilla.”
Sin dudas el relato afectó mucho a don Augusto ya que de improviso se puso a mirar el techo con los ojos llenos de lágrimas, y la cara llena de nostalgia. Quisimos seguir conversando con él acerca de todo lo que vivió en aquel tiempo, por eso le preguntamos, cómo era el ambiente, cómo era el lugar, cómo era ese rancho donde estaban esos prisioneros. Podía verse que don Augusto hacía un esfuerzo por tratar de acordarse, mientras tomaba un sorbo de su refrescante tereré.“ El ranchito era viejo y se notaba algunas quemaduras en varias partes tanto como el descascaramiento de las paredes.” Ni bien nos dijo eso se nos ocurrió que don Augusto debió conocer a mucha gente más, en medio de tanto horror como fue la guerra civil de 1947, entonces le preguntamos si sabía el nombre de algún otro prisionero a quien se había encontrado en dicho lugar. Augusto sin vacilar hace una media sonrisa y dice“ Sí, como ya les comenté, conocí a uno mientras que pasaba por el rancho, su nombre fue Víctor Saldívar, Él perteneció al bando guerrillero y si bien era el enemigo, todos coincidieron en que fue muy difícil capturarlo ya que no quería rendirse, era un hombre robusto y fuerte, un soldado aguerrido. No se daba por vencido por nada en el mundo, lamentablemente él terminó muerto producto de sus heridas y de las picaduras de las hormigas tras ser enterrado de pie en un hoyo frente al rancho. Sin dudas que relatar un hecho de esta naturaleza conmovió muchísimo a don Augusto porque eso implicaba volver a revivir cada uno de esos momentos de crueldad que él prefería olvidar. Sin embargo, no podíamos quedarnos con la duda entonces le preguntamos, don Augusto ¿ qué significó para usted haber estado en medio de la tragedia y haber visto tanta crueldad entre hermanos? Una vez más se lo vio a este hombre pensativo, reflexivo al momento en que dejó fluir las palabras diciendo“ Fue una etapa muy mala de mi vida, ver tanta bestialidad entre hermanos, en el país, en nuestra tierra, tanta muerte y tanta destrucción solo nos hace recordar que el peor enemigo del hombre es el hombre”.
Y por último don Augusto, ¿ cómo fue para que usted se involucrara en esa guerra? Mientras saca de su mochila y nos muestra su casco de médico e instrumentos de medicina nos va contando que él siempre estuvo a favor de la paz, que desde muy joven defendió la vida pero que por esas circunstancias de la vida tuvo que enrolarse en el bando oficialista como enfermero para ayudar a salvar la vida de los heridos …
En ese momento sentíamos que podíamos haber preguntado más, que había muchos temas que tratar, pero no queríamos ser una carga para él, por eso nos levantamos de nuestro asiento, Augusto tomó un último sorbo de su tereré. Le dimos las gracias y un apretón de manos selló nuestra despedida. Nos sonrió y se fue directo a la hamaca a recuperar su tiempo de descanso junto al tereré. Nos fuimos de su hogar, una linda casa, ubicada en un lugar con muchos árboles, un lugar de paz y tranquilidad. Jamás pensamos que esa sería la última vez que conversariamos con él antes de su muerte. Pocos años después le sorprendería la desgracia.
Bibliografía
- El Prisionero de Augusto Roa Bastos
Travesía • revista estudiantil 21