pequeño, el fútbol era su pasión, era lo único que lo hacía
feliz, el fútbol era su mayor alegría, él a veces pensaba que
la diversión y la felicidad con dinero no se podía comprar.
El Piojo no dejó que nada le impida hacer aquello que
tanto amó sin importar sus problemas físicos. Nunca dejó de
amar el fútbol aunque no fuera igual a los demás. Y aunque
nadie más creía que lograría ser un gran jugador, él nunca
dejó de creer en sí mismo. Él siempre pensó que podría lle-
gar a jugar igual o mejor que los astros del deporte rey. Y
al final, después de muchas subidas y bajadas, lo consiguió,
dominó el arte de manejar la pelota como si fuera un mala-
barista. Logró lo que nadie pensaba que lograría, convertirse
en la máxima estrella del club de sus amores.
Él dominó todas las formas posibles de chutar a la pe-
lota, para eso pintaba círculos en su pared y disparaba el
balón a ellos para mejorar su técnica y puntería. Le dedicó
muchas horas y días de práctica hasta que logró convertir-
se en un genio indiscutible del balompié. La Culebra era la
demostración humana de que si uno le pone garra y pasión
y sobre todo si se cree en uno mismo, uno puede llegar a
realizar todos sus sueños. Hay personas sin ningún defecto
que no consiguen ser profesionales, pero un hombre con la
tenacidad y perseverancia del Bochín, sí lo pudo.
Incluso hasta después de su muerte la presencia del
“Verdugo” se seguía sintiendo en la cancha. Recordemos
por un instante que muchas veces fue llamado para jugar
en la selección, pero nunca aceptó porque decía que no era
su lugar ya que no quería dejar el pueblo. También rechazó
ofertas de principales clubes europeos que habían enviado
observadores para verlo jugar.
A pesar de su habilidad y superioridad, el Piojo siempre
mantuvo un perfil bajo y una humildad a toda prueba. El
Verdugo fue un crack dentro y fuera de la cancha, su senci-
llez, su forma de ser, sus gambetas, su garra, sus ojos, tenía
todo lo necesario para ser un verdadero crack. Siempre lo
recordaremos, como lo que fue, un verdadero ídolo para el
pueblo paraguayo. Malabarista, en caso de que estés escu-
chando esto desde arriba; queremos que sepas que te recor-
daremos cada vez que veamos una cancha de fútbol y evo-
caremos tus increíbles gambetas, amagues y piruetas cada
vez que veamos un balón de fútbol, la afición te recordará
siempre porque aunque estés muerto vives para siempre en
el corazón de tu pueblo. Hasta siempre Verdugo.
B ibliografía
- E l C rack de A ugusto R oa B astos .
Travesía • revista estudiantil
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