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Facundo Martínez, Franco Peroni y Julio Buschmann - 7.° grado El héroe de Sapukái E n base al cuento HOGAR de A ugusto R oa B astos . Escena Histórica, Yo Estuve Ahí Memorias de una tragedia que nunca ocurrió Yo fui uno de los pocos pasajeros en el tren, justo cuando Jara nos salvó de la catastrófica tragedia. Aquel día húmedo y cálido, cargado de nuba- rrones, hacía presagiar que nada sería fácil y más aún porque esa maldita guerra civil no paraba de cobrarse las vidas humanas que hasta ahora se había llevado consigo. Aquella tarde, el tren que se dirigía a Costa Dulce, al pueblo de Sapukai, aceleraba su mar- cha velozmente, nadie podía suponer que llevaba consigo una bomba, que 12 una vez llegado a la estación, debería de explotar. Ya casi a punto de llegar a la para- da, Jara notó un artefacto  debajo de su asiento, parecía raro, un bulto negro, que hacía un ruido. Cuando se agachó para ver qué era… Jara se dio cuenta de que se trataba de una ¡BOMBA! De inmediato revisó el objeto, lo tomó en sus manos cuidadosamente sin agitar el paquete.   Empezó a alertar a los pasajeros para que salgan del vagón. Comenzó a gritar con todas sus fuerzas: “¡BOMBA, BOMBA, DEBEN BAJAR!” Ahí fue cuan- do decidió que era mucho más conve- niente tratar de desactivar el explosi- vo. Rápidamente agarró su mochila, y sacó unas pinzas y tenazas. Corrió hacia la bomba y se puso a trabajar en ella. Se sintió nervioso, pero la concen- tración de Cristóbal se podía percibir. Dos minutos más tarde, el “tic-tac” ha- bía parado. La calma y el alivio habían regresado. Después de ese incidente Cristóbal Jara fue considerado el Héroe de Sa- pukái! Debo reconocer que cuando ví a Jara desactivar la bomba, yo estaba con miedo y con muchos nervios. Fui testigo mudo de su increíble hazaña. Tuve tanto miedo como él, pero por su modo de proceder, sentí confianza en que lo lograría. No hay dudas que aquello fue el mayor susto de nuestras vidas. Aquella tarde fue la aventura más emocionante que jamás vivimos, por eso todos aplaudimos y agradecimos a Jara su heroica proeza. Un tiempo después, volvimos a reunirnos con él para rendirle un ho- menaje, y aunque él era un “héroe” para nosotros, por su humildad no quiso aceptar ningún reconocimiento, él consideraba que era su obligación y compromiso salvar vidas humanas. Yo, Julio Buschmann, a cincuen- ta años de aquel suceso, soy el único sobreviviente de aquella hazaña histó- rica y ya viejo escribo estas memorias para que se sepa quién fue Cristóbal Jara, y de lo que fue capaz de hacer en el pueblo de Costa Dulce en una tarde de diciembre. Asunción, 12 de diciembre, de1997 Travesía • revista estudiantil