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Surgen, entonces, dos tipos de prensa para la modernidad, que son la prensa culta y la prensa popular. La prensa culta se ve representada en papel periódico, y está destinada al lector curioso y miembro de la élite de la sociedad o la nobleza aristocrática. En este tipo de prensa se puede hallar diversos temas, como el último ascenso de mando, crítica a espectáculos, poesía o algún discurso económico. Este tipo de prensa fue difundida gracias al permiso del gobierno central y es vendida en librerías o pueblos callejeros. La prensa popular, por otro lado, se transmite por medio de almanaques y pronósticos. Son pequeños libros con aspecto inofensivo, imágenes sugestivas en la portada y un título sensacionalista con fin publicitario. Sin embargo, incluyen de manera oculta temas de interés o no aceptados por la iglesia, como el esoterismo, el destino, y los sueños.
Se encuentran asimismo dos nuevos géneros de prensa; la económica y la literaria. La burguesía ha mostrado un gran interés a la prensa económica, ya que esta expresa información de esta índole, compartiendo adelantos técnicos para la mejora de industrias. La prensa literaria se enfoca sobretodo en la promover nuevos escritores, difundir ideas políticas, y propiciar espacios para la crítica literaria.
La prensa ha tomado una función política definitiva, convirtiéndose entonces el vehículo de la opinión pública, la carretera que da acceso a conocimientos que liberan al hombre. En 1630, hojas de noticia que propiciaban los debates sobre la democracia, felicidad del hombre y participación política dieron paso a una fiebre panfletaria. Desde la revolución inglesa a la francesa se han utilizado medios escritos como los panfletos, libros y cartas para poder expresar distintas ideas. Sin embargo, la prensa sufrió de una gran censura como medio de entendimiento general, crítico e independiente que pudo neutralizarse solamente después de la revolución francesa, permitiendo que esta se convierta en el órgano crítico de un público racional.