Tom Sawyer
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Mark Twain
momentos, sin embargo, el muchacho recuperó algo de sus fuerzas y logró poner la
suficiente en su voz para que una parte de la concurrencia llegase a oír:
-En el cementerio.
-Un poco más alto. No tengas miedo. Dices que estabas..
-En el cementerio.
Una desdeñosa sonrisa se dibujó en los labios de Joe el Indio.
-¿Estabas en algún sitio próximo a la sepultura de Williams?
-Sí, señor.
-Habla un poquito más fuerte. ¿A qué distancia estabas?
-Tan cerca como estoy de usted.
-¿Dónde?
-Detrás de los olmos que hay junto a la sepultura.
Por Joe el Indio pasó un imperceptible sobresalto.
-¿Estaba alguien contigo?
-Sí, señor. Fui allí con...
-Espera..., espera un momento. No te ocupes ahora de cómo se llamaba tu
acompañante. En el momento oportuno comparecerá también. ¿Llevasteis allí
alguna cosa? Tom vaciló y parecía abochornado.
-Dilo, muchacho..., y no tengas escrúpulos. La verdad es siempre digna de respeto.
¿Qué llevabas al cementerio?
-Nada más que un..., un... gato muerto.
Se oyeron contenidas risas, a las que el tribunal se apresuró a poner término.
-Presentaré a su tiempo el esqueleto del gato. Ahora, muchacho, dinos todo lo que
ocurrió; dilo a tu manera, no te calles nada, y no tengas miedo.
Tom comenzó, vacilante al principio, pero a medida que se iba adentrando en el
tema las palabras fluyeron con mayor soltura. A los pocos instantes no se oyó sino
la voz del testigo y todos los ojos estaban clavados en él. Con las bocas
entreabiertas y la respiración contenida, el auditorio estaba pendiente de sus
palabras, sin darse cuenta del transcurso del tiempo, arrebatado por la trágica
fascinación del relato. La tensión de las emociones reprimidas llegó a su punto
culminante cuando el muchacho dijo: «Y cuando el doctor enarboló el tablón y Muff
Potter cayó al suelo, Joe el Indio saltó con la navaja y...» ¡Zas! Veloz como una
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Preparado por Patricio Barros