Tom Sawyer
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Mark Twain
Después de forcejear hasta que ambos se pusieron encendidos y arrebatados los
dos cedieron en el empuje, con desconfiada cautela, y Tom dijo:
-Tú eres un miedoso y un cobarde. Voy a decírselo a mi hermano grande, que te
puede deshacer con el dedo meñique.
-¡Pues sí que me importa tu hermano! Tengo yo uno mayor que el tuyo y que si lo
coge lo tira por encima de esa cerca. (Ambos hermanos eran imaginarios.)
-Eso es mentira.
-¡Porque tú lo digas!
Tom hizo una raya en el polvo con el dedo gordo del pie y dijo:
-Atrévete a pasar de aquí y soy capaz de pegarte hasta que no te puedas tener. El
que se atreva se la gana.
El recién venido traspasó en seguida la raya y dijo: Ya está: a ver si haces lo que
dices.
-No me vengas con ésas; ándate con ojo.
-Bueno, pues ¡a que no lo haces!
-¡A que sí! Por dos centavos lo haría.
El recién venido sacó dos centavos del bolsillo y se los alargó burlonamente.
Tom los tiró contra el suelo.
En el mismo instante rodaron los dos chicos, revolcándose en la tierra, agarrados
como dos gatos, y durante un minuto forcejearon asiéndose del pelo y de las ropas,
se golpearon y arañaron las narices, y se cubrieron de polvo y de gloria. Cuando la
confusión tomó forma, a través de la polvareda de la batalla apareció Tom sentado
a horcajadas sobre el forastero y moliéndolo a puñetazos.
-¡Date por vencido!
El forastero no hacía sino luchar para libertarse. Estaba llorando, sobre todo de
rabia.
-¡Date por vencido! -y siguió el machacamiento.
Al fin el forastero balbuceó un «me doy», y Tom le dejó levantarse y dijo:
-Eso, para que aprendas. Otra vez ten ojo con quién te metes.
El vencido se marchó sacudiéndose el polvo de la ropa, entre hipos y sollozos, y de
cuando en cuando se volvía moviendo la cabeza y amenazando a Tom con lo que le
iba a hacer «la primera vez que lo sorprendiera». A lo cual Tom respondió con mofa,
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Preparado por Patricio Barros