The future is now Now | Page 2

El príncipe de Dakkar viajó por toda Europa. Su nacimiento y su fortuna hicieron que frecuentase la sociedad, pero las seducciones del mundo no lo atrajeron jamás. Joven y hermoso, permanecía serio, triste, devorado por la sed de aprender, y por un resentimiento implacable que ocupaba su corazón.

El prícipe de Dakkar aborrecìa, odiaba el único país donde no había querido jamás poner su planta, la sola nación de la cual había rehusado constantemente sus proposiciones; odiaba a Inglaterra tanto como en ciertos puntos la admiraba.

…El príncipe de Dakkar llegó a ser un artista al que las maravillas del arte impresionaban noblemente , un sabio para quien nada de las altas ciencias le era desconocido, un hombre de Estado que se había formado en las cortes europeas. A los ojos de los observadores superficiales, pasaba quizá por ser uno de esos cosmopolitas, curiosos de saber, pero negligentes en obrar; por uno de esos opulentos viajeros, de alma fiera y platónica, que recorren incesantemente el mundo y que no pertenece a ningún país. No era nada de esto.

…Al hombre guerrero le substituyó el hombre sabio. Una isla desierta del Pacífico le sirvió para establecer sus arsenales, y allí, con arreglos a sus planos fue construido un submarino. La electricidad, de la cual, por medios que serán conocidos algún día, había sabido utilizar la inconmenrable fuerza mecánica, y que sacaba de manantiales inagotables, fue empleada para todas las necesidades de su aparato flotante, como fuerza motriz, fuerza iluminadora y fuerza calorìfica. El mar con sus tesoros infinitos, sus minadas de peces, sus cosechas de algas y de sargazos, sus enormes mamíferos, y no solamente todo lo que la naturaleza mantenía en él, sino también todo lo que los hombres habían perdido, bastó para satisfacer ampliamente las necesidades del príncipe y de su tripulación, con lo cual pudo llevar a cabo su más vivo deseo, puesto que no quería tener ninguna comunicación con la tierra. Dio a su aparato submarino el nombre de Nautilus, y así mismo el de capitán Nemo, y desapareció bajo los mares.

Durante muchos años, el capitán visitó todos los oceános, de un polo a otro. Paria del universo habitado, recogió en los mundos desconocidos admirables tesoros. Los millones perdidos en la bahía de Vigo, en 1702, por los galones españoles, le proporcionaron una mina inagotable de riquezas, de las cuales dispuso anónimamente, en favor de los pueblos que luchaban por la independencia de su país.