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Función
Confiar hoy en la existencia de programas funcionales inalterables es impensable. En consecuencia, el propio mantenimiento de los presupuestos
modernos plantea que una función variable implique una forma que también lo sea. Ante el problema, de cambio o de indeterminación funcional, el saber del arquitecto genera, entre otras, la
respuesta del edificio-contenedor, susceptible de
adaptarse a las transformaciones que requieran los
cambios de necesidades impuestos por el rápido
paso del tiempo. Dos condiciones parecen necesarias para configurar este tipo de arquitecturas: una,
que su forma sea neutra; otra, que organice una
red que suministre energía, haga llegar los medios
de comunicación y controle ambientalmente cualquiera de sus puntos. De nuevo, la analogía orgánica permite explicar la obra arquitectónica, ya
que, en definitiva, ésta no deja de ser sino un
cuerpo vivo con su esqueleto y sus sistemas circulatorio o nervioso. En el tiempo presente, el contenedor se demuestra especialmente apto, por la
rotundidad de su volumetría, para enfrentarse a los
problemas perceptivos, de comunicación generados por la gran escala de la metrópolis contemporánea. Distinguible fácilmente, el contenedor sólo
necesita algun signo que lo identifique. Una vez
en su interior, las posibilidades de organizar el
espacio resultan múltiples.
También como contenedores se han interpretado naves industriales, mercados centrales,
hangares o estaciones de tren; y gracias a ello se
han podido reutilizar como museos, centros culturales o teatros. Como contenedor donde construir una arquitectura trató Gae Aulenti la Gare
d’Orsay. Contenedor significante, en este caso,
pues una estación de tren de arquitectura académica y estructura metálica era la sede mediáticamente correcta de un museo del siglo XIX.
Volviendo al mundo del teatro, con el que
se ha iniciado este mirada panorámica al problema de la función en el momento contemporáneo, los años 70 viven una fiebre, la de la polivalencia, que inducirá a buscar espacios neutros,
cajas negras, para representar. En estos años,
la investigación escénica de las neovanguardias
teatrales aspira a un teatro donde experimentar
con la relación entre actor y espectador.
Creando espacios escénicos distintos para
cada obra y cada instante se pretendía acabar con
el monopolio del teatro a la italiana, encajonado
dentro del escenario. De nuevo, un contenedor
de forma neutra y tecnología sofisticada respondía a la demanda.
Tal vez este ensayo tan sólo sirva para
comprobar la dificultad de abarcar la relación
entre función y arquitectura. Aunque se pueda
llegar a entender el papel de la función en un
momento histórico dado. Aunque puedan proponerse distintas acepciones del término: como
programa de necesidades de uso, psicológicas y
sociales, como expresión de la construcción, o
como carácter simbólico-representativo.
La función en arquitectura no deja de ser
imprecisa. Pero además, hoy por hoy, es difícil
imaginar que el trabajo del arquitecto, por más
que no deba soslayar los problemas funcionales,
se vea constreñido únicamente por ello.
Robert Venturi, Complejidad y contradicción en la arquitectura,
Gustavo Gili, Barcelona, 1974, pp. 27-28.
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© Los autores, 2001; © Edicions UPC, 2001.