Test Drive | Page 317

alba recomenzó su cañoneo. No podía faltar ya mucho tiempo para que el Nautilus se decidiera a atacar y nosotros a dejar para siempre a aquel hombre al que yo no osaba juzgar. Me disponía ya a bajar, a fin de prevenir a mis compane-ros, cuando el segundo subió a la plataforma, acompañado de varios marinos. El capitán Nemo no les vio o no quiso verlos. Se tomaron las disposiciones que podrían llamarse de «zafarrancho de combate». Eran muy sencillas; consis-tían únicame