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Anastasio Ovejero Bernal
son muchos y diferentes los caminos que llevan a la ciencia. Esta es una
conclusión que actualmente en el campo de la psicología social, a diferencia de lo que ocurría hace tan sólo un par de décadas, ha conseguido un
cierto consenso. Así, Crano y Brewer (1973), que antes de la crisis afirmaban que «el énfasis en someter todos los conceptos teóricos a la demostración empírica es básicamente lo que distingue al método científico de otras
formas de indagación», tres años después, tras la crisis, ya dicen algo bien
diferente, al señalar que la experimentación de laboratorio ya no puede ser
utilizada como sinónimo de investigación psicosocial, y que debemos estar
abiertos y receptivos a procedimientos provenientes de otras áreas de las
ciencias sociales. Igualmente un psicólogo tan experimentalista como Doise
llega a decir que «desde los escritos sobre la crisis de la psicología social ya
no se pueden presentar, sin más, resultados de investigaciones, sobre todo
experimentales, en esta disciplina» (1992, pág. 66).
Tenemos, pues, una cosa ya clara: no hay un solo método para hacer
ciencia, sino muchos. Ahora bien, lo que no debemos olvidar es que no
todos son iguales en sus efectos. Cada método lleva a un tipo diferente de
conocimiento, de lo que se desprenden dos cosas: primera, que cada disciplina exigirá un tipo diferente de método y, segundo, que debemos elegir
un método u otro en función del tipo de conocimiento a que queremos llegar o, mejor, que queramos construir. Es más, me atrevería incluso a afirmar, con Ibáñez (1990, pág. 237), que «la teoría sustantiva a la que se recurre en una investigación da cuenta de una parte mucho más importante del
conocimiento producido que el método utilizado para producirlo. En
efecto, el determinante en última instancia del saber producido no radica
tanto en las características de los métodos utilizados como en la potencia, el
rigor y la adecuación del marco teórico y de los supuestos epistemológicos
que guían la investigación y que permiten interpretar tanto las observaciones
empíricas como los argumentos racionales. En este sentido, estoy convencido de que el eclecticismo metodológico no produce efectos tan negativos
como los que resultan del eclecticismo teórico o epistemológico. Dicho de
otra forma, el hecho de recurrir a métodos inspirados en una concepción
positivista es menos perjudicial que el hecho de inspirarse en una epistemología positivista, aunque se utilicen métodos escasamente relacionados con
esa tradición. Lo primero puede ser incluso beneficioso en ciertos casos, lo
segundo acumula los problemas en todos los terrenos», como es el caso de
buena parte de los conocimientos experimentales en psicología social.
En todo caso, en su aplicación a las ciencias sociales, el método científico adquiere, pues, características peculiares a cada disciplina, de forma
que el método científico que utiliza la física será muy diferente del que utiliza la antropología, por ejemplo. Y así, el método científico de las ciencias
sociales tendrá que ser diferente del utilizado por las ciencias naturales,
debido a las características peculiares de su objeto, la sociedad, la cual está
constituida en último término por relaciones sociales que aunque se materialicen de formas diversas, son en su raíz inmateriales (principios, creencias, reglas morales, normas jurídicas, etc., pertenecientes al mundo de los