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APENAS SALIÓ SABATO Quique elevó sus ojos y sus dos brazos al cielo, en señal de agradecimiento. —Dale, seguí hablando de los trasplantes. —Ustedes se mueren por las anécdotas, frivolonas. Pero yo soy un tipo de grandes teorías. Les doy un ejemplo didáctico: Crepa el joven negro Jefferson Delano Smith y le trasplantan el corazón al minero John Schwarzer, que desde ese momento usará el apellido Schwarzer-Smith o la ciencia del derecho es propio una mierda. Se puede introducir una tipografía más chiquita, eso sí, para el segundo apellido: SCHWARZER-smith en relación con el volumen que le corresponde en el corpachón del mencionado minero. Ensuite, esta especie de centauro cardíaco recibe el riñón artificial de Nancy Henderson, y su apellido pasa a ser Schwarzer-Smith-Henderson con leve cambio en el sexo, que podrá figurar en los documentos como MASCULiNOfemenino sub 2. Puis, se le trasplanta un hígado de mono (leve cambio en su condición zoológica). Pero Quique!... Shurup. Una córnea del señor Nick Minelli, dueño de pizzadrugstore en la calle Dalas, de Toledo, Ohio (pequeño cambio no sólo de apellido sino de profesión e indirizzo) un metro veinte de intestinos del carnicero Ralph Cavanagh, de Trurox, Mass. (nuevo cambio de indirizzo y profesión) páncreas y bazo del jugador de baseball Joe di Pietro, de Brooklyn hipófisis del ex profesor Sol Shapiro, del Dayan Memorial Hospital, de New Jersey metacarpio de Seymour Sullivan Jones, ejecutivo de COCA-COLA Corp., de Cincinnati. Sucesivamente, el primitivo minero Schwarzer, que ya es llamado, para simplificar, Mr. John Schwarzer-Smith & Co. Inc. (Inki, para los íntimos), sufre: trasplante de ovario de la señorita Geraldine Danielsen, de Buffalo, Oklahoma, a raíz de la sensacional découverte del prof. Moshe Goldenberg, de la Universidad de Palo Alto, California, que ha demostrado que la implantación de un ovario en el cuerpo de un hombre (o de un testículo en el cuerpo de una mujer) es la única forma, a partir de cierta edad (y la compañía Schwarzer-Smith ha llegado ya a los 172 años) de reflexibilizar las arteriolas del cerebro, sin necesidad de trasplante de cerebro, que, por el momento, no se considera indispensable. —Pero oíme, Quique. 166