de esperar a los médicos, pero me vi obligado a proceder, primeramente por los urgentes
pedidos de Valdemar y luego por mi propia convicción de que no había un minuto que
perder, ya que con toda evidencia el fin se acercaba rápidamente.
El señor L...l tuvo la amabilidad de acceder a mi pedido, así como de tomar nota de
todo lo que ocurriera. Lo que voy a relatar ahora procede de sus apuntes, ya sea en forma
condensada o verbatim.
Faltaban cinco minutos para las ocho cuando, después de tomar la mano de Valdemar,
le pedí que manifestara con toda la claridad posible, en presencia de L...l, que estaba
dispuesto a que yo le hipnotizara en el estado en que se encontraba.
Débil, pero distintamente, el enfermo respondió: «Sí, quiero ser hipnotizado»,
agregando de inmediato: «Me temo que sea demasiado tarde.»
Mientras así decía, empecé a efectuar los pases que en las ocasiones anteriores habían
sido más efectivos con él. Sentía indudablemente la influencia del primer movimiento
lateral de mi mano por su frente, pero, aunque empleé todo