De Calcuta a Hong-Kong (China), vapores .
13
De Hong-Kong a Yokohama (Japón), vapor
6
De Yokohama a San Francisco, vapor .........
22
De San Francisco a Nueva York, ferrocarril
7
De Nueva York a Londres, vapor y ferrocarril . 9
TOTAL ........................................................ . 80
-¡Sí, ochenta días! --exclamó Andrés Stuart, quien por inadvertencia cortó una carta mayor-.
Pero eso sin tener en cuenta el mal tiempo, los vientos contrarios, los naufragios, los
descarrilamientos, etc.
--Contando con todo -respondió Phileas Fogg siguiendo su juego, porque ya no respetaba la
discusion el whist.
-¡Pero si los indios o los indostanes quitan las vías! -Exclamó Andrés Stuart-; ¡si detienen
los trenes, saquean los furgones y hacen tajadas a los viajeros!
--Contando con todo -respondió Phileas Fogg, que tendiendo su juego, añadió-: Dos triunfos
mayores.
Andrés Stuart, a quien tocaba dar, recogió las cartas, diciendo:
-Teóricamente tenéis razón, señor Fogg; pero en la práctica...
-En la práctica también, señor Stuart.
--Quisiera verlo.
-Sólo depende de vos. Partamos juntos.
-¡Libreme Dios! Pero bien, apostaría cuatro mil libras a que semejante viaje, hecho con esas
condiciones, es imposible.
-Muy posible, por el contrario -respondió Fogg.
-Pues bien, hacedio.
-¿La vuelta al mundo en ochenta días?
-Sí.
-No hay inconveniente.
-¿Cuándo?
-En seguida. Os prevengo solamente que lo haré a vuestra costa.
-¡Es una locura! -Exclamó Andrés Stuart, que empezaba a resentirse por la insistencia de su
compañero de juego-. Más vale que sigamos jugando.
-Entonces, volved a dar, porque lo habéis hecho mal.
Andrés Stuart recogió otra vez las cartas con mano febril, y de repente, dejándolas sobre la
mesa, dijo:
-Pues bien, sí, mister Fogg, apuesto cuatro mil libras...
-Mi querido Stuart --dijo Fallentin-, calmaos. Esto no es formal.
-Cuando dije que apuesto -respondió Stuart-: es en formalidad.
-Aceptado --dijo Fogg: y luego, volviéndose hacia sus compañeros, añadió-: Tengo veinte
mil libras depositadas en casa de Baring hermanos. De buena gana las arriesgaría.
-¡Veinte mil libras! -Exclamó John Suilivan-. ¡Veinte mil libras, que cualquier tardanza
imprevista os pu