Test Drive | Page 43

-¿Picaporte? -¡Presente! --espondió Picaporte. -¡Bien! -dijo el juez Obadiah-. Hace dos días, acusados, que os están espiando en todos los trenes de Bombay. -Pero, ¿de qué nos acusan? -exclamó Picaporte impaciente. -Vais a saberlo -respondió el juez. -Caballero --dijo entonces mister Fogg-, soy ciudadano inglés y tengo derecho... -¿Os han faltado a los miramientos? -preguntó mister Obadiah. -De ningún modo. -¡Bien! Haced entrar a los querellantes. Por orden del juez se abrió una puerta, y tres sacerdotes indios fueron introducidos por un alguacil. -¿No lo decía yo? -dijo Picaporte-. ¡Esos bribones no son los que querían quemar a esa joven señora! Los sacerdotes se mantuvieron de pie delante del juez, y el escribano leyó en voz alta una querella de sacrilegio formulada contra el señor Phileas Fogg y su criado, acusados de haber profanado un lugar consagrado por la religión brahmánica. -¿Habéis oído? -preguntó el juez a Phileas Fogg. -Sí, señor -respondió mister Fogg mirando el reloj-, y lo confieso. -¡Ah! ¿Conque lo confesáis? -Lo confieso, y estoy aguardando que esos tres sacerdotes declaren a su vez lo que querían hacer en la pagoda de Pillaji. Los sacerdotes se miraron. No comprendían al parecer nada en las palabras del acusado. -¡Sin duda! ---exclamó impetuosamente Picaporte-. ¡En esa pagoda de Pillaji, ante la cual iban a quemar a su víctima! Los sacerdotes volvieron a quedar estupefactos, asombrándose profundamente el juez Obadiah. -¿Qué víctima? -preguntó-. ¿Quemar a quién? ¿En medio de la ciudad de Bombay? -¿Bombay? --exclamó Picaporte. -Sin duda no se trata de la pagoda de Pillaji, sino de la pagoda de Malebar-Hill, en Bombay. Y como pieza de convicción, he aquí los zapatos del profanador -añadió el escribano colocando un par de ellos encima de la mesa. -¡Mis zapatos! --exclam ́A