entrecano, la nariz aguileña y algo corva, de bigotes grandes, negros y caídos. Campea debajo del
nombre del Caballero de la Triste Figura, y trae por escudero a un labrador llamado Sancho Panza;
oprime el lomo y rige el freno de un famoso caballo llamado Rocinante, y, finalmente, tiene por
señora de su voluntad a una tal Dulcinea del Toboso, llamada un tiempo Aldonza Lorenzo; como la
mía, que, por llamarse Casilda y ser de la Andalucía, yo la llamo Casildea de Vandalia. Si todas estas
señas no bastan para acreditar mi verdad, aquí está mi espada, que la hará dar crédito a la mesma
incredulidad.
–Sosegaos, señor caballero –dijo don Quijote–, y escuchad lo que decir os quiero. Habéis de saber
que ese don Quijote que decís es el mayor amigo que en este mundo tengo, y tanto, que podré decir
que le tengo en lugar de mi misma persona, y que por las señas que dél me habéis dado, tan
puntuales y ciertas, no puedo pensar sino que sea el mismo que habéis vencido. Por otra parte, veo
con los ojos y toco con las manos no ser posible ser el mesmo, si ya no fuese que como él tiene
muchos enemigos encantadores, especialmente uno que de ordinario le persigue, no haya alguno
dellos tomado su figura para dejarse vencer, por defraudarle de la fama que sus altas caballerías le
tienen granjeada y adquirida por todo lo descubierto de