Rióse don Quijote de la aplicación del nombre, y el cura le alabó infinito su honesta y honrada
resolución, y se ofreció de nuevo a hacerle compañía todo el tiempo que le vacase de atender a sus
forzosas obligaciones. Con esto, se despidieron dél, y le rogaron y aconsejaron tuviese cuenta con su
salud, con regalarse lo que fuese bueno.
Quiso la suerte que su sobrina y el ama oyeron la plática de los tres; y, así como se fueron, se
entraron entrambas con don Quijote, y la sobrina le dijo:
–¿Qué es esto, señor tío? ¿Ahora que pensábamos nosotras que vuestra merced volvía a reducirse en
su casa, y pasar en ella una vida quieta y