Sancho respondió que hiciese su gusto, pero que él quisiera concluir con brevedad aquel negocio a
sangre caliente y cuando estaba picado el molino, porque en la tardanza suele estar muchas veces el
peligro; y a Dios rogando y con el mazo dando, y que más valía un "toma" que dos "te daré", y el
pájaro en la mano que el buitre volando.
–No más refranes, Sancho, por un solo Dios –dijo don Quijote–, que parece que te vuelves al sicut
erat; habla a lo llano, a lo liso, a lo no intricado, como muchas veces te he dicho, y verás como te vale
un pan por ciento.
–No sé qué mala ventura es esta mía –respondió Sancho–, que no sé decir razón sin refrán, ni
refrán que no me parezca razón; pero yo me enmendaré, si pudiere.
Y, con esto, cesó por entonces su plática.
CAPÍTULO 72: De cómo don Quijote y Sancho llegaron a su aldea
Todo aquel día, esperando la noche, estuvieron en aquel lugar y mesón don Quijote y Sancho: el
uno, para acabar en la campaña rasa la tanda de su diciplina, y el otro, para ver el fin della, en el
cual consistía el de su deseo. Llegó en esto al mesón un caminante a caballo, con tres o cuatro
criados, uno de los cuales dijo al que el señor dellos parecía:
–Aquí puede vuestra merced, señor don Álvaro Tarfe, pasar hoy la siesta: la posada parece limpia y
fresca.
Oyendo esto don Quijote, le dijo a Sancho:
–Mira, Sancho: cuando yo hojeé aquel libro de la segunda parte de mi historia, me parece que de
pasada topé allí este nombre de don Álvaro Tarfe.
–Bien podrá ser –respondió Sancho–. Dejémosle apear, que después se lo preguntaremos.
El caballero se apeó, y, frontero del aposento de don Quijote, la huéspeda le dio una sala baja,
enjaezada con otras pintadas sargas, como las que tenía la estancia de don Quijote. Púsose el recién
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