Cuando esperaba oír nuevas de tus descuidos e impertinencias, Sancho amigo, las oí de tus
discreciones, de que di por ello gracias particulares al cielo, el cual del estiércol sabe levantar los
pobres, y de los tontos hacer discretos. Dícenme que gobiernas como si fueses hombre, y que eres
hombre como si fueses bestia, según es la humildad con que te tratas; y quiero que adviertas,
Sancho, que muchas veces conviene y es necesario, por la autoridad del oficio, ir contra la humildad
del corazón; porque el buen adorno de la persona que está puesta en graves cargos ha de ser
conforme a lo que ellos piden, y no a la medida de lo que su humilde condición le inclina. Vístete
bien, que un palo compuesto no parece palo. No digo que traigas dijes ni galas, ni que siendo juez te
vistas como soldado, sino que te adornes con el hábito que tu oficio requiere, con tal que sea limpio
y bien compuesto.
Para ganar la voluntad del pueblo que gobiernas, entre otras has de hacer dos cosas: la una, ser bien
criado con todos, aunque esto ya otra vez te lo he dicho; y la otra, procurar la abundancia de los
mantenimientos; que no hay cosa que más fatigue el corazón de los pobres que la hambre y la
carestía.
No hagas muchas pragmáticas; y si las hicieres, procura que sean buenas, y, sobre todo, que se
guarden y cumplan; que las pragmáticas que no se guardan, lo mismo es que si no lo fuesen; antes
dan a entender que el príncipe que tuvo discreción y autoridad para hacerlas, no tuvo valor para
hacer que se guardasen; y las leyes que atemorizan y no se ejecutan, vienen a ser como la viga, rey
de las ranas: que al principio las espantó, y con el t